martes, 10 de diciembre de 2013

Un día en el Palomar.

Era el primer fin de semana luego de vacaciones, yo quería ir a salir de nuevo con mis amigos a las calles cerca de mi hogar, pero mi madre me había advertido desde días antes que no podía salir porque una amiga suya vendría a pasar unos días por ser época navideña.
La idea me molestaba mucho porque no sólo sería la amiga de mi madre, sino también vendrían sus dos hijos y yo ni siquiera los conocía. Era injusto, tendría que cambiarme de mi cuarto a la sala, sólo para que unos extraños utilizaran mi cama. Yo no lo deseaba.
Pero qué más daba a mi madre yo no podría reclamarle nada a fin de cuentas yo era lo único que ella tenía y ella siempre me concientizaba. Ya teníamos casi dos años desde que mi padre se había marchado de la casa, por cosas que mi madre aun no me ha querido contar.
Ese fin yo, a pesar de todo, no quería salir, ni siquiera para saludar a la amiga de mi madre, quien nos había traído dulces de leche de Parral y créanme es una de mis debilidades. Refunfuñando, salí de mi cuarto, con la pijama aun puesta y arrastrando los pies. Observé cómo me miraba mi madre con esa cara de regaño, cuando calla todo pero sé lo que me dice. Levanté los pies para llegar a donde estaban
Llegué saludando cordialmente a la amiga de mi madre, quien me decía lo mucho que había crecido y yo sin siquiera recordarla. Agradecí su cumplido y seguí saludando a sus dos hijos.
El primero era un niño con de unos seis años, sólo le levanté lanzando una señal de amor y paz. Él me correspondió.
El otro era de mi edad. Tenía entre unos quince y dieciséis años, luego supe que sólo me llevaba meses de deferencia y que este mismo año había entrado a la preparatoria. Lo miré, choqué las manos con él y de nuevo me dirigí al cuarto.
Mi madre corrió tras de mí al ver mi actitud tan indiferente y con un rostro de disgusto, dijo que debía alistarme que iríamos de paseo todos y yo debía ir con ellos.  Yo sólo asentí con la cabeza y comencé alistarme.
Cuando terminé de cambiarme, nos dirigimos todos a la camioneta de la señora. Mi madre sugirió ir al Palomar. Todos entusiasmados, con excepción mía aceptaron. A veces no sé qué le encuentran de interesante a ese lugar, sólo es un parque con eso pájaros que parecen ratas voladoras. Cuántas veces en la Catedral uno siente que te atacaran sin piedad y todavía son para hacerles un monumento.
En el transcurso del camino, mi madre junto con su amiga nos platicaban del cómo había recibido aquel parque el nombre y es que desde principios, sus abuelos quienes construyeron sus casas ahí de adobe, conservaban entre los huecos nidos de palomas y de ahí derivaba su nombre.
Cuando llegamos al nuestro destino, el sol se iba desvaneciendo dándole un color rojizo al cielo, trayendo de nuevo a sus nidos a los pájaros del parque. Se escuchaba su cantar por encima de nosotros.
Mi madre y su amiga nos dejaron solos, porque querían ir a dar la vuelta, pero como el niño menor temía estar sin su madre se dispuso a ir con ella. Yo y el hijo mayor nos quedamos viéndonos a la cara. No me quedó más que conversar con él.
Era un joven alto, su piel parecía la arena de mar y sus ojos aun y cuando eran grandes, parecían un poco caídos. Sus labios eran largos y un tanto gruesos. Su rostro no daba alguna señal de expresión. No sabía de qué hablar.
El me miró y preguntó mi nombre. Había olvidado por completo darle ese pequeño detalle de mí. Se lo di. Él me sonrió y comenzó a preguntarme sobre mi persona y mis gustos. Por un momento me sentí intimidada. Pero su voz, que sé yo, cada vez se hacía más tenue. No sabía lo que pasaba.
Las campanas a lo lejos comenzaron a escucharse, era la Catedral. Me dijo que si quería caminar con él y lo hicimos. En ese instante olvidé por completo que iba con mi madre y su amiga. El mundo parecía enfrascarse en él y seguíamos caminando como si nada importase. La gente alrededor iba desapareciendo y la noche, aunque ya se acercaba, comenzaba a tener colores muy brillantes. Jamás las luces del parque habían tenido tanto esplendor.
Me invitó a rodar por el césped, yo acepté. Nunca mi risa había sido tan espontanea, nunca había sentido la adrenalina correr por mis venas como aquel día. Caíamos una y otra vez hasta lo más bajo del monte, riéndonos sin importar el mundo. Estaba feliz.
Una vez volvimos a caer y nuestros cuerpos chocaron, la tercera campanada de la Catedral sonó, me miró fijamente al rostro, mientras yo lo miraba con mis ojos plenamente abiertos y el corazón latiendo por tantas rodadas, quizá. Nos vimos, no sé cuánto tiempo, pero nos mirábamos, su rostro cambió de repente. Ahora sus ojos estaban abiertos, sus labios dibujaban una sonrisa y cada vez estaba más cerca de mí. Nuestros labios por fin se unieron. Oí perfectamente cómo las enormes palomas alzaban su vuelo desde ahí, el oleaje de sus alas hacía que lo demás no tuviera sentido, sólo aquel momento.
Después de un rato encontramos a los demás, los días pasaron y el hijo de la amiga de mi madre y yo seguíamos platicando mientras perduraban en mi hogar.

Al marcharse, yo le pedí a mi madre los volviera invitar más seguido y seriamos buenas anfitrionas, ella me sonrió y tomó mi cabello alborotándolo. Desde este entonces y todavía sigo esperando que él regrese, para volver a pasar un día en el Palomar. 

jueves, 21 de noviembre de 2013

¿Nos vemos?


Tu pregunta de vez en cuando me causa molestia,
Y es que eso de vernos no tiene algún sentido.

Si verte en verdad pudiera ocurrir en cualquier instante,
El lugar puede ser inclusive impredecible, el momento
ser infinito, pero seamos sinceros
Tu propuesta de vernos no sólo implica proyectarnos
El uno al otro.

El vernos que tú expones va más allá,
Más allá de mirarnos y contemplarnos.
De reconocernos, entre la multitud como dos palabras
Del mismo contexto.

¿Nos vemos? Realmente no tiene nada ver con la acción
Que presenta la palabra, sino un profundo sentimiento
De encontrarnos y comenzar a conocernos,
Como dos seres nunca antes vistos.

Sintiéndonos, latiendo en un ritmo constante
Y fluyente
Tocando texturas indefinidas de superficies
Irreconocibles.

Vernos, sí vernos a fin de cuentas,
Con lívidas sonrisas,
Con pechos calientes,
Con tan sólo vernos.

En definidas cuentas, tú no quieres que nos veamos,
Tu propuesta entonces sabemos llega como una invitación
Pobre ante lo  reconocido.

Por eso ruego no pidas que nos veamos,
Cuando tú sabes que más allá de tu enunciado

Existe algo más.

viernes, 8 de noviembre de 2013

Volver

Cerró rápidamente la puerta de su cuarto, con el corazón agitado y sin voltear al interior del lugar. Se sentó en aquella cama sucia y llena de cobijas, tratando de calmarse un poco. Llevaba ya días en aquel hotel con esplendida vista a la ciudad, había elegido esa habitación por encontrarse en la planta más alta y así observar los destellos nocturnos al regresar, pero esa noche no fue su prioridad. Sentía aun sus manos temblar, el aire de sus pulmones salía con aceleración y comenzaba sentir el cansancio en sus piernas. Estaba recobrando la estabilidad de sí misma.

Cayó de un golpe sin pensar en nada, las gotas de sudor se secaban en su rostro y una ligera brisa comenzó a caer afuera. El silencio parecía invadir la atmosfera, pero había algo que le seguía perturbando, era un minúsculo ruido de pisadas. Pensó, podrían ser sus nervios aun inestables, pero cada vez incrementaba la intensidad del caminar. De nuevo comenzó a tener pavor al escuchar aquellas pisadas. Era un caminar lento y pesado y poco a poco iba siendo más próximo a la puerta de su cuarto.

Se levantó rápido del colchón. Temía, y temía tanto que no sabía qué hacer, sólo trataba de tener alguna insignificante ventaja. Corrió en su pequeño cuarto buscando algún elemento con qué defenderse. Los pasos dejaron de oírse, ella se acercó a la puerta para asegurarse que todo había sido parte de su imaginación.

El silencio apareció otra vez, pero de lado contrario al interior del cuarto, alguien lo interrumpió tocando la portezuela de madera. Ella dio un gran paso atrás, tapó su rostro e intentó calmarse, pero de nuevo tocaron la puerta ahora con mayor vigor y hubo una tercera llamada aun más fuerte.

Estaba horrorizada y llena de pánico y entre aquella incertidumbre que la abordaba reaccionó de manera inconsciente corriendo hasta el final del cuarto, pasando el balcón mirando por última vez la ciudad brillar.

http://www.youtube.com/watch?v=ObO9rVFfSoY
, Chihuahua

martes, 29 de octubre de 2013

Aurora

Los tanques pasaban por detrás, destrozando lo poco que quedaba del panorama. Todo estaba hecho ruinas. Ella estaba ahí tirada entre tanto escombro y los infernales sonidos de las metralletas al fondo. El cielo se pintaba turbio y polviento, su color figuraba a la tersa piel de la mujer tendida entre la nada, mientras el viento soplaba moviendo sus pardos cabellos. Terrosa estaba su mirar y a pesar que su vista estuviese fija en algún lugar, no veía nada. Sus labios marcaban bordes áridos como montañas de arena. Seguían siendo suaves.

Ahí, entre el Armagedón la miró él, un hombre casi formal, llevaba camisa blanca abrochada sin siquiera fajar y una corbata suelta por el cuello. Caminaba entre toda la destrucción con las fuerzas agotadas, dejándolo desconcertado de dónde ir, pero la miró, la encontró. Corrió hacia ella Aurora dijo, Aurora aumentando su tono de voz llamándola de nuevo. Ella sonrió y movió sus labios sin articular palabra alguna, se veía feliz a pesar de todo. Se acercó a ella y la tomó en los brazos, vio su vestido con bordes llenos de polvo y esa peculiar rosa roja reluciente de bajo de su pecho derecho. Cada vez más roja, cada vez más olorosa.

Teniéndola en los brazos le dijo: No, no mueras Aurora, aún podemos seguir. La mujer sonrió y tosió un poco, su boca estaba seca, quiso decir algo, pero su condición se lo impedía. No te vayas Aurora, hemos pasado por más batallas. No te rindas. Aurora estiró su débil mano al rostro del hombre y con esas fuerzas inútiles, lo acarició. Ar, ar, Arcadio, dijo al fin la mujer desvariada, con una sonrisa pobre, con unos dientes rotos, con unos lagrimales cenizos y con ligeras gotas incrustadas. Arcadio, repitió de nuevo la criatura indefensa, mirando con ternura los ojos de aquel hombre, Aurora, no te desvanezcas, resiste. Arcadio seguía hablando, no deseaba que la mujer se marchara, se veía endeble, mientras la guerra continuaba allá, fuera de su entorno.

Las balas a lo lejos se oían, pero eran sordas, unas voces guturales eran imposibles de entender. La guerra que era frívola e interminable seguía detrás de ellos y junto a ellos, aquel panorama era cómplice de su situación. Todo era caos, pero ellos estaban lejos de aquello, sólo querían paz.
Aurora no te vayas, repitió por última vez, ella respondió un poco más aliviada, no me voy mi querido Arcadio hizo una pausa para tomar aire en ese ambiente cada vez más pequeño y sombrío. Prosiguió: nos vamos.


El amanecer se encendía entre la negra noche y el alba comenzaba a colorear el cenit, con un cálido rojo, un rojo de vida. En algún departamento, de algún lugar,de alguna ciudad, mientras los hombres diurnos comienzaban sus actividades laborales, entre el tráfico, las camisas y el estrés. En ese departamento decrépito, se encontraba Arcadio tirado en el suelo, rodeado de ese verdoso color de sus entrañas, con botellas vacías, un hígado deshecho,  maloliente, enfermo y sin ánimos. Aurora lo miró entrando como un rayo de sol por su ventana, lo acogió con sus dos manos, marchándose juntos. 

lunes, 21 de octubre de 2013

Venganza

Lo miro cómo se acerca a nosotras, siempre lleva esa sonrisa de galán, siempre saludando a las más bonitas como si tuviera la oportunidad de hacerlas sus novias, pero qué más da, si yo sólo lo miro desde lejos y él, él ni siquiera se digna a voltearme a los ojos. Le he preguntado cuál es la razón y con su ego encima de sus hombros me responde: “sólo saludo a mis amigas” volteándose con esa manera tan suya de ser. ¿Quién se cree? Me encoleriza su prepotencia y es tal vez esa indiferencia que aparenta tener conmigo, esa manera de ser tan tajante al verme, con sus enormes ojos oscuros, inexpresables. Sólo lo miro cuando pasa junto a mis amigas y les trae regalos, ¿quién es para decir qué niña es bonita y cual no? Me molesta, porque es apenas un puberto, ¿qué va a saber él de belleza? Me contengo a dar mi punto de vista, lo observo, simplemente y lo dejo ser.
Llego a mi hogar luego de verlo, de recordarlo con tanta repugnancia, con tanto odio y tanto rencor por ser quien es, pero después de todo, después de los enojos, de recordarlo detenidamente, desde su bigote prematuro, su voz disque varonil con la que trata de conquistar a mis amigas y sus versos, tan malos versos que compone, me situó en el escritorio y prendo la computadora, trato de contenerme a no odiarlo más y clamarme, entró a Facebook con esa cuenta alterna, sí esa cuenta con la que él se ha enamorado de una chica linda con la cual tiene una relación amorosa, me pregunta “¿cuándo podré conocerte?” y reconozco las ansias de cada una de sus palabras, reconozco su amor por esa chica desconocida, por quien lo comprende y hace sentir lo que ninguna otra joven le ha hecho experimentar jamás. Yo tras su pregunta, contesto sutilmente con un “espero sea pronto”. Dentro de mí, comienza la calma y la paz. Un descanso nace en mi pecho. Ya he olvidado su carácter y todo se tranquilidad.

¡Ah alabada seas tecnología, cuando se trata de venganza!

martes, 8 de octubre de 2013

A tiempo

Llegaron los diez hermanos citados en aquel cuarto tan grisáceo, con poca luz y a la vez luctuoso y cómo no iba tener ese tinte de muerte, si se habían reunido después de tanto tiempo, sólo para leer el testamento de su fallecida madre. El notario abrió el expediente de la señora difunta sacando primero una carta un tanto maltratada por los años y dejó aparte unas hojas con letras impresas. Luego se dispuso a dar unas palabras al público.
-          Su madre.- dijo el notario. – luego del fallecimiento de su esposo se acercó conmigo, para preguntar cómo se hacía un testamento, yo luego se lo expliqué. Ella me preguntó si podía además agregar algo más.
El hermano mayor, quien oscilaba entre unos cincuenta años preguntó:
-           ¿qué era ese algo más?
El hombre quien sostenía los papeles, calló produciendo un silencio en la habitación, ninguno de los demás hermanos se atrevió a interrumpir ese lapso.  Luego de unos segundos siguió su discurso.
-          Días después volvió atemorizada y un tanto insegura de dejarme esta carta, me dijo deseaba dejarlo como parte de su testamento.- decía estas palabras mientras desdoblaba la carta. – por eso creo necesario darles a conocer hoy su petición.
Tomó el papel con las dos manos y con una voz clara y seria comenzó a leer aquel escrito:
“Creo es necesario contar algo que tal vez no puede haberlo hecho por respeto a mi querido esposo, pero espero que a estas alturas quienes tengan el goce de leerlo comprendan mis razones por las cuales tanto tiempo guardé silencio.
Luego de tanto tiempo me siento segura de decirlo, ya no tengo que rendirle cuentas a su padre y es buen momento para contárselos, probablemente aun me apene por ustedes decírselos de frente es por eso que deseo hacérselos saber después de mi partida.
Quiero contarles la verdadera historia de cómo su hermano el mayor llegó a este mundo. He de decirles a todos los quiero por igual y aun después de mi muerte los seguiré queriendo a todos con el mismo sentimiento pero, a pesar de ello, a pesar tal vez no fui una madre modelo les contaré lo que pasó hace treinta años, en 1956.
Cuando su padre y yo comenzamos nuestra vida de casados, nos fue difícil mantener nuestro hogar, por ello su padre trabajaba casi todo el día, yo por mi cuenta me estaba haciendo los quehaceres de la casa. Un día de diciembre, cuando el clima helaba hasta los huesos, un hombre con una triste mirada llegó al porche de la casa. Me dijo que no sabía dónde estaba, no le creí. Al principio temí que fuera un asaltante o algún malviviente, pero luego volví a ver su rostro y se veía demacrado, triste y desvelado, de pronto hubo una chispa de confianza brotando de él. Entonces le ofrecí pasar a nuestra casa por un vaso de agua. Él con la cabeza abajo aceptó.
Mientras le servía un poco de agua me contó llevaba también poco tiempo que se había casado, pero ahora pasaba por un mal momento, por eso andaba perdido por el mundo. Había viajado mucho desde su tierra natal allá en Guanajuato, me contó su amor por la música. Poco a poco me comenzó a parecer un hombre interesante. He de contarles no era mal parecido si olvidamos sus ropas sucias y sus profundas ojeras.
Inconscientemente cada vez estábamos más cerca, su vida me parecía tan interesante y pensaba que al estar más cerca sabría más de su vida, pero entonces sin que ninguno de los dos lo dijéramos o lo pensáramos, nuestros labios se juntaron y uno a uno se correspondían. Sus manos, fueron bajando desde mis hombros hasta las caderas. En ese instante no pensé en nada más y me dejé llevar por el momento. Nuestras ropas cayeron al suelo y nos fuimos deslizando hacia la habitación principal, ahí caímos los dos sobre la cama y las caricias y los besos eran cada vez más profundos más llenos de pasión. No sé en qué estoy pensando cuando les dejo a mis hijos este testimonio, pero en verdad deseo lo sepan y lo que yo sentí en aquellos momentos aunque de cierto modo les parezca un tanto incómodo.
Ya los dos en la cama, recuerdo cómo se acercaba a mi oído, con una sutileza con la que nadie jamás lo había hecho, tocó mi hombro y como un susurro, me cantó:Llegaste tú, con ese amor a tiempo de salvarme. Recuerdo con tal claridad sus palabras.Su mano seguía sobre mi hombro y sentí su calor como jamás lo había sentido, era tan cálida su presencia, ya había olvidado casi el frío de ese día. Me tomaba con su fuertes brazos, cambiándome de un lugar a otro sobre la cama, jugamos como dos enamorados, sin siquiera pensar en el tiempo, pero luego algo me hizo poner los pies sobre la tierra, era noche y pronto llegaría su padre.
Le dije debía de irse, era tarde y pronto llegaría mi esposo, el lo entendió y agradeció mi hospitalidad. Después de vestirnos y estando los dos en la puerta me dijo con una voz tan varonil que regresaría a más tardar en un año. Me besó por última vez en los labios y comencé a contar los días.
Así pasaron los meses, hasta que llegó el año, yo esperaba que él regresara, yo deseaba otra vez que en se inicio de diciembre volviera él, pero no fue así. Estuve sentada en la entrada del porche pero no llegaba, ya había perdido toda esperanza con mi niño en brazos y yo quería mostrarle lo que aquella noche había nacido, pero no llegó.
Cuando estuve a punto de perder toda fe, de jamás lo volverlo a ver, como un milagro escuché en la radio su voz, estoy tan segura que era él, me hablaba de ese modo. Me hizo sentir un escalofrío, pero me cantaba a mí, me cantaba de nuevo esas palabras las que hace un año me susurraba, me hablaba y él estaba feliz por mi condición. Por nuestro hijo. Y aquí estoy yo con este amor para morir por ti sin olvidarte.Fueron esas palabras con las que supe aun no me olvidaba y sé que fue a tiempo cuando me hizo saber jamás me olvidaría.
Con estas palabras les hago conocer mi gran secreto, no me juzguen que ya alguien lo está haciendo por ustedes. Espero entiendan el por qué esperé hasta este momento para contárselos”
De nuevo hubo silencio, el notario se dispuso a guardar la carta en el sobre, pero el hermano mayor se la arrebató guardándosela en el bolso.

viernes, 20 de septiembre de 2013

Recuerdo

Era noche y la encontré de nuevo con esa sonrisa enamorada como la primera vez, ahora estaba diferente. Sus ojos eran enormes como lagos profundos y brillantes reflejando las estrellas. Me miraba, me contemplaba desde que llegué, pero se quedó estática, ahí sentada con sus trapos sucios, rotos y viejos, al final del callejón. Sé que, inconscientemente, deseaba volverme abrazar, pero ya no podía, era inútil. Entristeció. Sólo estuve mirándola de lejos ¿qué más podía hacer? Ya no había nada entre los dos, sólo ese recuerdo. Me alejé entonces, dejándola otra vez en ese lugar y mi figura o quizá la suya desaparecía, se desvanecía, dejaba de existir.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Muerte


 Tomé el periódico y leí sobre un pequeño recuadro había muerto un hombre más. Esta vez tampoco lo reconocía. Cómo iba yo a reconocer ese tipo de gente cuando mi trabajo ni siquiera me da tiempo para convivir y apenas en esos ligeros lapsos donde me presto para darle a mi vida un poco de libertad, me encierro  en esos malditos bares que están cerca del trabajo. Es verdad que alguien me reconozca en uno u otro lugar donde mi mísera esencia he colocado, pero ¿amigos? ¡Bah! A esta edad, en estos pasos, imposible.  Sólo me queda esta cruda, este mal sabor al ayer, al no tener recuerdo alguno grato de esto que llaman “vida”. No fue apenas anoche cuando luego de salir de mi trabajo decidí ir a tomar un trago a esa cantina que está detrás de la tienda de telas, por las fuentes. Ahí estaba yo, esperando que pasara el tiempo y el efecto del alcohol se apoderara de mi piel lo más pronto posible, para al menos dejar de tener un motivo para estar ahí. Y pasaron dos horas. El cantinero hablaba conmigo como quien escucha el llorar de un niño y trata de calamar su angustia, pero qué iba saber él de pesares y malas rachas estando en ese lado donde todo parece tan limpio. Salí, luego de otras dos horas ahí, frente el hombre que le daba brillo esas copas donde uno  intenta olvidar que la vida… sigue.  Salí y no por voluntad propia, sino porque incluso en estos momentos de embriagues, las leyes te prohíben llegar a colapsar, ¡como si fuera un crimen! Los ornatos alrededor perdían su órbita. La ciudad se movía, vivía como ellos querían. Grité ¡Mi ciudad vive! Con el más profundo sentir de mi pobre ánima y sin fuerzas desvanecí cayendo al suelo. Ahí estuve casi inmóvil en medio de una de las calles más importantes de la capital, riendo, mirando al cielo nublado, mientras ese gélido frío del aire recorría mi cuerpo cada vez más consciente del abuso hecho. Estuve entre la noche y la mañana, donde dicen llega la hora más oscura, lo sabía. Relajé todos mis músculos aun cuando yo no tenía poder sobre mí mismo, oí a lo lejos voces. Eran dos o tal vez tres personas las que se acercaban rápidamente a dónde estaba. Por fin pensé. Después de unos instantes las voces me acorralaban, me veían tal vez, con ojos de desesperación, con ansias de haberme encontrado, pero me veían. De pronto, cuando estuve a punto de abrir los ojos, escuché un estruendo que evitó realizara la acción. Desperté tomando cualquier papel que no fuera secante y estuviera cerca de mi alcance, esperanzado en reconocer el retrato en aquella nota roja.

martes, 6 de agosto de 2013

Anoche soñé contigo.

Escuchó sonar la puerta abrirse y bajó sólo unos cuantos escalones de la escalera en forma de caracol para percatarse de quién se trataba. Era él. Era su compañero de estancia el único hombre que tenía permiso de entrar a esas horas a su cómoda residencia, ella se animó y le sonrió. No tuvo ningún dialogo con él y volvió a su cuarto a realizar de nuevo sus actividades. Él se veía cansado al parecer el trabajo había sido demasiado agotador y excesivo para haber regresado a tal hora. Quería dormir. Se dirigió a la cocina donde se encontraba un refrigerador blanco y de unos dos metro de alto, no había mucho que pudiese guardar, regularmente había una lechuga, leche, unos tomates y varios aderezos sin fin alguno dentro de aquel aparato.
Tomó tan sólo el envase de leche verificando si, tenía un poco y si estaba del todo buena, oliendo el orificio mal hecho que tenía. Se dio cuenta que su estado era favorable y en un vaso de vidrio vació todo el líquido, luego se dirigió a la alacena, ese largo cajón donde solían guardan los alimentos que no necesitaban ser refrigerados, claro esas galletas que de vez en cuando tenían el honor de permanecer por días, meses, incluso hasta años sin ser usadas porque de alguna manera u otra habían llegado ahí sin saberlo y debían ser guardadas para su conservación, pero en realidad nadie la utilizaba jamás ha no ser una verdadera emergencia, tal lo era aquella noche. Él tomó uno de los muchos paquetitos de galletas saldas por desgracia y se dirigió a su cuarto, subió con cuidado las escaleras llevando su insípida cena con las dos manos, dirigió su mirar al cuarto de su compañera al llegar a la planta alta, ella lo miró y le sonrió. No dijeron nada. Él se metió a su cuarto dejando la leche y las galleta sobre la mesa sin antes prender la luz de su pequeña guarida, fue al menos un segundo el que pasó cuando volteó después de dejar las cosas y darse cuenta que ella estaba ahí en la puerta de su recámara. La miró con ese peculiar ser de sí misma, con ese alborotado cabello color marrón, simulaban a  esas serpientes mortíferas que alguna vez vio en algún zoológico. Su sonrisa era delgada, pero sus gestos decían mucho más de las palabras y con esa silueta tan insignificante, parecía tener algo en mente. Él quiso preguntarle qué hacía ahí, pero ella se adelantó y moviendo suavemente los labios dijo. Quieres ver una película conmigo. Era curioso que entre ellos hubiese cierto dialogo y aunque hubiese sido extraño tal insinuación él aceptó, un poco de compañía no le haría mal. Ambos pasaron al cuarto de ella. Él se sentó en un sillón carcomido color arena, mientras ella se acomodaba en su cama. El televisor, no era muy moderno, tenía en la parte trasera una gran caja, no era de plasma pero al menos hacía su función.
La película comenzó, ella de nuevo dirigió su mirar hacia él sonriéndole. Había entre ambos una diferencia de edad de unos cuatro años. Ella era mayor. No era tampoco una mujer muy bella, sólo lo necesario. Él la miró sonriéndole y no le quedó otra que devolverle el gesto. Sintió un poco de intimidación. “Anoche soñé contigo” era el título del filme en curso, era una película fuera del contexto del cual supuso verían, pero no le importó, le gustaba conocer siempre un poco más y de todo. La noche transcurrió y cuando menos se dio cuenta su compañera estaba dormida, aquí era el momento menos indicado para pensar en nada. No supo realmente qué hacer el varón, debía apagar el televisor e irse o despertar a su compañera, sólo irse. Varias opciones apoderaron su mente confusa, era como andar por las calles de una ciudad desconocida y no saber regresar al punto original. Pero entre toda esa confusión, entre toda aquella gente desconocida, encontró algo peculiar, algo anormal, algo donde jamás pensó fijar su mirada y un anuncio grande con letras rojas le llamaban SEXO. Podía pensar en aquella palabra al ver a su compañera ahí sobre la cama durmiendo sin malicia alguna, entonces se acercó, para verle el rostro. Sus ojos se encontraban semi abiertos, somnolientos, inconscientes y parpadeantes como sesión fotográfica, como si fuesen el proyector de algún filme en el cine. No había más, no tenían expresión alguna, él se daba cuenta era la primera vez que la contemplaba, siempre la veía, pero jamás la observaba. Era como si la encontrara en algún otro lugar y tratase de conocerla.
No era su compañera sino una mujer recostada en una cama frente de él. Pensó cuántos hombres no habrían deseado el momento el cual él estaba pasado, cuántos no habrían aprovechado esa situación, él en cambio, no podía ni siquiera tocarla, pero sí contemplarla tan sencilla, tan sin aliento, tan sin ningún atributo considerablemente hermoso ¡estúpidos estereotipos! Pensó, porque la contemplo en su sueño y era divina, era tranquila e inmóvil, no se preocupaba por nada simplemente recordó que era realmente feliz, sólo eso importa, incluso en su somnolienta posición se veía alegre, despreocupada, serena, en paz. Entre todo ese colapso de armonía su instinto podía aún más que aquella tranquilidad en aquel cuarto.
La miró y su corazón palpitó bruscamente, era él a fin de cuentas un hombre y no podía desaprovechar el momento. Su mano se situaba en la parte baja de la espalda femenina, pero un impulso le negó tocarla, no podía aun cuando sus instintos lo presionaban. Estaba en un dilema. Se dirigió de nuevo al lugar donde estaba sentado, suspirando profundamente, quiso tomar la calma, pero su cuerpo no respondía del mismo modo, su miembro viril había tomado todo ese escándalo y lo había transformado en una reacción erótica. Pálido se puso el muchacho al ver su miembro erecto y sin darse cuenta. Motivo tenía para estarlo. Quiso tranquilizar su estado y comenzó a acariciar su falo iniciando por la glande y deslizando su suave mano hasta donde su mano lo permitía. Vio su falo y cómo un líquido cayó en su mano, lo miró un instante, para luego dirigir su vista a la mujer, se sintió entusiasmado inocentemente, como si aquella figura le incitara a un placer desconocido y su mano obedecía, lo hacía rítmicamente de arriba hacia abajo, con un paso lento al comienzo y luego con un silencioso grito aceleró su ritmo, estaba consiente que no podía hacer más ruido que el mismo efecto de subir y bajar su mano por su miembro viril, sin embargo el rechinar de sus dientes era inevitable.
No podía apreciar aquella figura sin expresarlo al exterior, era más excitante aun saber que no podía. Los minutos largos o tal vez cortos seguían transcurriendo entre la oscuridad, el joven y ella. Él seguía aquel ritual que sin saber estaba llevando acabo, se preguntó en una milésima de segundo si lo efectuado en sí sería un ritual en sí o tan solo una forma de llamar aquello inexplicable, ¿por qué lo hacía? No era más un suceso efectuado por necesidad y por ocio, había tantas razones y no, no trataba de justificarse, jamás había sentido tanto placer y a decir verdad, su rostro no mostraba experiencia de dicha situación, por ello no deseaba que terminase. Intercalaba los ritmos entre despacio y rápido, pero la mente engañosa sabía que debía terminar aquel momento de placer y como relámpago llegó a él una imagen de los más nítida de la sonrisa de la joven, esa con la cual siempre lo recibía. Era simple pero era cautivadora, el joven no pudo resistir más su acto, acelerando su ritmo prolongadamente. Gemía una y otra vez quedándose casi ensordecido por guardar el aliento, tenía claro aquello de no hacer ruido, pero no lo entendía perfectamente.
Sus ojos se cerraban y se abrían, el éctasis estaba llegando a su clímax y su sentir no podía llegar más, entonces un grito de lo más profundo salió de golpe. Sintió el sudor en todo su cuerpo, tomó un poco de aire mientras volvía a su reposo, abrió los ojos tan lento como si acabase de despertar. Así lo era. Se miró recostado en su cama, muy lejos de la recámara de su compañera. No podía creerlo. Sólo revisó su parte genital y darse cuenta que todo había sido tan solo producto de su imaginación.

Al día siguiente su compañera lo miró con peculiaridad y le sonrió, hubiera podido haberle dicho que anoche había soñado con ella, pero qué importancia tendría el avisar suceso tan insignificante.La miró entonces y le sonrío como era ya su costumbre.

miércoles, 17 de julio de 2013

Cristal

Sólo el sonar de los vasos caer sobre la mesa de cristal en el patio se oía en aquella noche fría. De vez en cuando el expulsar del tabaco discontinuaba el silencio y las frases entre los dos individuos representaban momentos casi nulos. Estaban más dispuestos a desgastar sus cuerpos en el vicio que en sí mismos. Había oscuridad, sólo la una luz de un poste alumbraba los rostros. Él dio un gran sorbo a su elixir haciendo ruido con la garganta, movió su melena de un lugar a otro para poder incorporarla detrás de los hombros, para asegurarse de que toda se encontrara atrás alzó sus dos brazos y envió todo su cabello en su parte trasera. Luego tirando la colilla de su enésimo cigarro se dirigió a su acompañante: ¿cuál ha sido tu mejor experiencia sexual?, ella perpleja no supo contestar. Entre ellos había confianza, sin embargo no esperaba esa pregunta entre aquel silencio de reposo. Ella río porque de verdad jamás había pasado por su cabeza tal pregunta, siempre tuvo una visión del sexo como un momento donde dos cuerpos se unían por causas fuera de sí misma y donde realmente importaba el placer momentáneo y no algo más allá del acto, a veces sí estaba de acuerdo en realizar cosas nuevas con sus parejas pero jamás había propuesto algo ella. Jamás había dicho este ha sido mi mejor sexo. Volteó su rostro a su compañero y deslizó sus suaves labios haciéndole saber que dicho momento aún no ocurría. Él sonrió maliciosamente con una carcajada apenas notoria. Siguieron con su ritual, sin dirigirse palabra alguna, cada quien tenía su propio espacio. Unas nubes turbias e impacientes con mucha carga se posaron encima de los dos sujetos. Los truenos comenzaron a sonar a lo lejos, después alumbrando de rojos y azules el cielo unos relámpagos ligeros. De vez en cuando uno de los individuos posaba su mirar al cielo para contemplar maravilla de la naturaleza. Ella tomó la botella que se encontraba en la mesa, miró por ella viendo que el líquido cada vez era menor, vio por el cristal aquel hombre que le acompañaba, lo contempló detenidamente. Lo apreció, desde su larga cabellera de canela, sus ojos cansados y pesados, con esos labios gruesos y salientes, con esos labios llenos de sabor amargo, con esos labios pudriéndose, con esos labios cenizos y desgraciados. Los miró porque a pesar de ello, los empezó a desear. Los veía, ¡qué maravilla sea la pupila y lo demás para darme el privilegio de verlo! Se dijo entre sí. Su estado ya no era completamente sobrio y es que nunca lo había estado, siempre se saciaba de vez en cuando con un poco de locura para no parecer del todo bien, pero ahora, el alcohol, el tabaco y por arriba de todo los monótonos días, la había embriagado más de lo permitido. Dejó la botella de nuevo en la mesa, sin siquiera servirse, dejó su vaso también ahí. Dejó todo incluso su propia perspectiva del sexo. Se acercó a su camarada y comenzó a besarle la mano, este no entendía exactamente lo que hacía, pero encontrándose en la misma situación se dejó llevar. Los truenos de vez en cuando aluzaban un poco más que sus rostros, pero ninguno de los dos hablaban, sólo dejaban venir las aguas. Los labios tibios de la mujer siguieron el camino del brazo de su acompañante hasta llegar a sus labios, una ligera explosión hubo allí. El momento surgió de repente, como si ninguno de los dos se esperara ese beso, sí eso que comienza todo desde las caricias efímeras  hasta el para siempre, uno nunca sabe, pero los besos a fin de cuenta ella sabía que eran mágicos. Y aun así aquel instante en que ambos se tomaron de esa carnosidad poco expuesta. Eran besos de licor, besos improvisados, besos por besar, por tomar un poco más de un vicio más. Quizá no podrían tener razón de su propio ser, pero se iban dando uno tras otro, labio con labio, de arriba abajo, con dientes, con mordeduras, con lenguas, con nombres ya inventados, ¿qué más da si son franceses, si son alemanes o de otro país? Eran ellos dos en cualquier parte del mundo y eran suyos sin procedencia. Las manos comenzaron a tomar participación. La de él se puso sobre la cintura de ella, mientras la mujer acariciaba con fervor aquel enjambre lanudo, tomaba con gran fuerza mechones, como si así pudiese sentir más cada bocadillo de su ser. Transmitían un mensaje con cada movimiento y cada uno iba tirando los cuerpos al suelo, sin darse cuenta se iban desvaneciendo. Los cuerpos comenzaban a dilatarse, las nubes lo sabían y lo hacían también. Las primeras gotas comenzaron a caer sobre los dos entes. No lo percataron. Sus manos, guías iban recorriendo cada rincón del otro desde montañas o montes, hasta profundas fosas marinas., largas selvas y bosques, junto a esa pradera en forma de paleta con sus atractivos lunares puestos estratégicamente para ser encontrados, eran dos mundos diferentes envueltos en ropas que desearon llevar puestas. Los ritmos comenzaban a volverse más veloces, las gotas más fuertes y sus almas comenzaban a llamarse. Rodaron entonces por aquel patio sin importarles si quedarían sucios. La lluvia comenzaba a cobijarlos. Ella mordió el cuello de él y tomó su pecto bajando sus delicadas manos por el cuerpo de él, desgarrándole las costillas con fuerza brutal y unas pequeñas uñas lujuriosas, estaba sedienta. Las manos de él pararon, porque no podía soportar aquella sensación, la habilidad de la mujer ante su compañero era perfecta y profesional, él sintió que debía hacer algo y la tomó, la jaloneó, no para poseerla, sabía que era suya y recíproco, sino para sentirla más hacía él. Ella se dejó llevar. Se puso de rodillas el hombre dando un trago más a su bebida , se acercó a su compañera y la besó bajo la lluvia, primero la boca, después el rostro y por último el cuello. Había un poder hipnotizaste. Cayó sobre ella, poniendo su frágil cuerpo en el piso casi inundado. La sintió fría por un momento, pero la tomó de los brazos y la abrazó fuerte. Hubo un momento de paz. Y poco a poco él le fue quitando la blusa por la parte de atrás, ella no objetó. Sentía el frío en sus carnes, pero era algo poco importante, porque se veía reflejada en el mirar de ese hombre. Había ternura, el entorno comenzaba a tener colores. Sin blusa ella,  él vio debajo sus pantalones, esos que se sujetaban tan sólo de un botón y cierre de quince centímetros. Los quitó junto con la ropa interior de la mujer dejándola casi desnuda bajo la lluvia, bajo sus brazos. Un vaho salió de lo más profundo de ella, él la contempló e hizo el mismo procedimiento con su ropa quedándose completamente desnudo al lado de ella, sin decir nada más, sin tocarse, sin hablar. Sólo ahí los dos desnudos bajo la lluvia, bajo los efectos de líquidos fermentados, bajo la fuerza de sus cuerpos, los dos sólo trataban de alcanzar uno a uno su éxtasis junto al otro, ¿qué era aquello? Ninguno se tomó la molestia de preguntar, pero estaban contentos, felices, tranquilos como ánimas en cementerio. Se miraron los rostros, sonrieron, se tocaron mutuamente las caras y se dieron un beso ligero, se juntaron realizando un coito. No era el gran desenlace porque ya habían experimentado el orgasmo. Eran el orgasmo. Pero seguía lloviendo, sus cuerpos aun vivían entre las gotas y como todo ritual debían culminarlo y así lo hicieron, juntando sus cuerpos fuertes y débiles. Eran simplemente extremidades del alma y amaban ser alma por eso sabían llegar a sentir, llegaban a reconocerse junto con el tiempo. Aire, agua, tierra y corazones de fuego. Todo pasó como un sueño. No había más que apartarse para sentir habían cumplido algo que ni siquiera entendían, sólo se sentían satisfechos. Él se dirigió a ella y preguntó ¿cuál ha sido tu mejor experiencia sexual? Ella sólo se río. 

jueves, 20 de junio de 2013

Publicación

En un tiempo muy remoto, existía un escritor. Este se mantenía horas con la cabeza sobre su escritorio intentando que una idea llegase a él. Los días pasaban y su mente pasaba por un desierto de imaginación, no había nada. Las malditas nebulosas pasaban, pero como esas nubes de mi pueblo pasaban siempre sin agua. Estaba cansado, no quería esperar más. Se frustraba ante un pedazo de madera, azotando una y otra vez su plumón  y desparramando las hojas por todo el lugar. Gritaba de vez en cuando para sacar la furia. Daba vueltas en aquel pequeño cuartejo con paredes lúgubres y manchadas. Tocaba su frente y limpiaba el sudor que le escurría, golpeaba su rostro con la mesa, pero nada funcionaba. Muy harto de su impotencia obligó a su mano siniestra a escribir. Embriagó su pobre mente con el peor licor que pudo encontrar. La desesperación. Y siendo este su mala musa, escribió y escribió, sin motivo alguno. Los versos no estaban bien hechos, la métrica ni siquiera se presentaba. La sintaxis era nula. Sólo hacía su labor por querer terminar. Y vaya que lo logró. Fueron si mal no recuerdo un total de varias hojas llenas de letras sinsentido. Las tomó con un arrebato y las puso debajo de su axila, salió y pronto miró la luz radiante del sol, ¡Oh bello astro dónde habías estado! Salió corriendo, sin importar si llovía o si nevaba, sólo salió apresurado ¿a dónde? Sólo se dirigía a algún lugar. Recordaba entre su entusiasmo de haber por fin terminado algo la vieja escuela, sí ese lugar donde el ocio y la desidia, el miedo y lo escéptico lo dominaban, ¿cómo ahora le pedía al consejo del parnaso ayuda? ¡No! Era inevitable su actitud. Pero sentía que ya era hora y por eso salió, por eso corrió. Estaba ya muy harto de quedarse ahí, sentado, ahí inmóvil, ahí sin habla. Y mientras corría su mano seguía temblorosa, como cuando alguien se expone al frío y se les baña con agua con ligeros pedazos de hielo. Y no le importó, su mano no decidía por él, ahora quería exponer no sólo su trabajo a sí mismo como un logro, sino quería darlo a conocer y llegó, sí a una puerta de madera café, grande y cerrada. Tocó una vez y nadie abrió, lo intentó y estaba ahí la persona a la que mayor debía respeto, o quizá no, pero era él ese hombre sencillo y camisa de cuadros quien decidía si su texto estaba bien o no, ¿quién era? ¿Por qué tanta importancia? Probablemente el escritor había tomado tanto afecto al editor desde que él le mencionó ser editor y sabía si la obra debía considerarse buena o mala. Él era el editor, el que mueve un dedo y dice que se hace o que no en la obra, sí en las obras del autor, ¿y no creen que por eso merecía un poco de respeto y sobrevaloración?
Estaba entonces el escritor frente al editor, el primero exhausto, cansado, con la mirada sin rumbo, sólo levantó su rostro para entregar el texto. El editor no entendió exactamente qué deseaba su gran amigo, pero tomó el texto y comenzó a leer. Era terrible ¿era una broma?, preguntó el editor, no, contestó con alta voz el escritor: este es mi texto que con mucho trabajo he terminado en estos casos, el editor, un hombre profesional sabía cómo tratar con este estilo de problemas, podría jurar que no era la primera persona que le presentaba un trabajo tan malo como este, por eso, supo hasta el último momento tratar al escritor. Qué dice señor editor, ¿qué piensa de mi trabajo? dijo con un rostro más animado que nunca el escritor, su compañero sólo mencionada que no deseaba ser descortés y que sería mejor diera otra verificación a su obra, podía estar errando al entregar un trabajo así sin buena ortografía, sinsentido, sin sentimiento, sólo escritura por ser, sin ningún motivo. El escritor, bajó su mirar ¿qué podía hacer? sólo le importaba dar a conocer su gran y ciertamente última obra, sí desde un principio el escritor era un ser verdaderamente dramático. Respiró profundo el escritor y con un sinfín de adjetivos negativos se dirigió al editor, este sólo callaba dejaba que todo ese enojo banal saliera de aquel pobre hombre, quizás era necesario, tal vez no, pero ¿qué podía hacer? ponerse de la misma manera y terminar ambos en gran conflicto. El editor sólo recibió y recibió, leyendo a la vez esa mala obra que tenía en sus manos, mencionó en un lapso donde el escritor dejó de hablar que él podía ayudarle para perfeccionar su arte, pero muy porfiado el artista se negó. Creía que lo suyo había sido perfecto, el editor dijo que su amor, su amor no eran las letras en sí, pero que le gustaba mucho corregir los textos, de cierto modo decía que él no escribía sólo corregía y ese era su verdadero amor. Más indignado por el desprecio de la escritura, por el desprecio a las horas de estar ahí sentado y sin que la musa apareciese, por algún motivo el escritor tomó aquello como algo personal, no oía, no escuchaba, no estaba consciente, sólo quería publicar su horrible obra. Ya cansado el editor de trabajar con aquel hombre tan obstinado, al fin accedió a publicarle la obra. El escritor muy feliz, besó en la mejilla de su amigo y salió gustoso a las calles, aun cuando el editor le advirtió habría consecuencias de ello.
Pasó un sólo día, un insignificante día, de esos que pasan con sol radiante sobre uno sin saber si es martes o es lunes. A pesar de ello, el gran astro parecía estar con alineación de mercurio, sí parecía miércoles. El escritor, se levantó con un rostro marcado y babeado sobre el escritorio de madera vieja donde solía pensar, pensar y de vez en cuando golpear su rostro sobre él. Despertó ese día  sin saber dónde estaba, volteó y sólo vio oscuridad, no había luz. Ni siquiera los rayos más radicales se atrevían entrar a su cuarto, era sombrío, maloliente, insalubre, no era un lugar seguro para los rayos esos que dan vida. Se levantó y su boca estaba reseca, pero entre toda su nubosidad recordó algo importante, algo que en verdad había sido diferente a todo el hastío de su vida. Había escrito, ¿pero qué? ¿Qué había hecho? Revisó las hojas ahí tiradas haber si algo le daba una pista, todo fue en vano, sólo recordaba malos versos Qué importa el sol y la luna si yo soy yo y el mundo sigue girando sin parar… estoy abatido… no queda más… ayer te he visto pajarito, dónde te has metido… soy feliz… ¡No! No había el más mínimo sentido en su poesía, mucho menos en su prosa. Se puso sus zapatos y dispuso a salir, pero qué haría si su obra ya habría sido publicada, qué podría hacer, ya lo había hecho y lo hizo mal. Estaba desconcertado y quería devolver el tiempo, pero hasta dónde, hasta dónde sintió que lo que hacía estaba mal, dónde comenzó el error, al querer ser escritor, al no hacer nada más que eso, a ni siquiera lograrlo, en verdad a dónde quería ir. Pensó en acercarse al editor, con qué cara, con aquella que maldijo una y otra vez a sus generaciones antepasadas y las del porvenir, ¿así iría? No, no podía hacer nada sólo resignarse a que había arruinado su vida en cuestión de sentir una desesperación cotidiana. Estaba asustado, infeliz, llorando, gritando aún más que cuando en su escritorio pasaba los días, pero sabía que era en vano abrir su boca, estuvo mal y ahora lo pagaba. Quiso entonces olvidar todo o al menos pedir disculpas al editor por tanta descortesía de su parte. Abrió esa puerta, dura y enorme casi, casi tan dura y enorme como el orgullo, pero la tumbó, debía al menos sentir que una cosa antes de haber terminado su corta trayectoria como escritor tenía un matiz con tintes de lo correcto. Se postró ante el mundo nuevo, el mundo donde estaba ya su obra al exterior y lo primero que pudo percatar fue un hombre, un hombre como él leyendo un libro, se acercó por la extrañeza de ver a alguien hacerlo, cuando estuvo cerca el hombre dijo: esto es lo peor que he visto, sus palabras parecían chorros de agua, porque pronto distinguió era su texto, su desgracia. El hombre que sostenía el libro pronto se volvió líquido, se diluyó con sus propias palabras, se desvaneció, se quebrantó ante el escritor ¿qué había hecho? ¿Qué hacía su obra con las personas? El escritor, entonces temió de sus actos, miró cómo su obra no sólo le afectaba a sí mismo sino a los demás, de pronto una nueva idea llegó a él y quiso al menos salvar a las pobres ánimas infortunadas por tener su obra en sus manos, sí eso quizá calmaría su corazón arrepentido. Y corrió hacia no sé dónde con un tembloso caminar que no le daba orientación, sólo comenzó a dar pasos rápidos. Caminó de un lado a otro, revisando a cada hombre, a cada a mujer, a cada persona que portase un libro para asegurarse que su existencia estaba del todo bien y fue ahí cuando vio a lo lejos una mujer, bella, alta con el cabello lacio, negro y largo llevaba en sus manos uno de sus libros, la mujer aun no lo abría, lo sabía por su forma gustosa de vivir la vida. Podía salvarla. Se dirigió a ella rápidamente y tarde fue cuando sus ojos grandes y profundos dieron lectura a aquella atrocidad. Su boca que era delgada y rosada comenzó a tirar un gran líquido colorido, dejándola triste y desvanecida. Era su alma y de eso el escritor estaba seguro. Quiso detener el acto, pero no podía, su libro era tan malo que hasta la mujer más feliz en la faz de la tierra terminaba atrofiada.
Dejó luego a la mujer ahí tirada, con sus ahora hundidos ojos y sus labios resecos. Siguió buscando, de sur a norte, de cielo a profundo de lado a otro y encontró ahí en el lugar menos esperado, en el césped fuera de su hogar estaba ahí su obra posando sin más ni más, con las hojas sueltas bailando con el viento, bailando con un ave que estaba a punto de aterrizar. El escritor no hizo nada más que ver cómo este animal picoteaba las hojas y como poco a poco comenzaba a temblar expulsando raros sonidos guturales. Era una paloma blanca ¿cómo podía sufrir tanto? Comenzó a picotear el césped sin importarle nada más, sus alas se llenaban de tierra, picoteaba una y otra vez más fuerte la superficie, ya no era sólo su pico sino toda su cabeza, los gritos de pobre animal seguían saliendo, giraba su cabeza en 180o grados, el escritor no pudo más tomándola y estampándola contra una pared. La paloma se convirtió en hojas. Miles de hojas salieron volando, el escritor temió tanto porque eran las tristes hojas que el pájaro había visto, sólo había unas pastas en el pasto. Las miró todas en el piso, en el pasto, en sus pies, no tuvo la fuerza para levantarlas y mirar la escoria de obra había producido, tomó algunas de las hojas, sin leerlas y casi sin mirarlas, las tomó porque el editor podía cambiar un poco del contenido. ¿Por qué después de todo aún tenía fe en el editor? Se dirigió al hogar del editor, pensando tanto en el qué decir que olvidó por completo en qué contestar, tocó casi a la media noche y el editor con las pocas fuerzas abrió. Estaba abatido,  amarillo, débil, cenizo, casi muerto. El escritor, no creía lo visto, pero era real, era su verdad. Intentó hablar de nada porque no sabía qué decir, el editor le ofrecía su hogar y él entraba incluso cuando lo veía ahí moribundo y por su culpa. El escritor no podía estar más tiempo ahí, así que sólo pidió disculpas por lo acontecido y entregó las hojas para la posible corrección, en ningún momento volteó a ver el rostro de su amigo, sólo salió al escuchar al editor decir con voz quebradiza no te apures. Las hojas se quedaron en el escritorio del editor, mientras las huellas del escritor se borraban en la noche.
Epílogo.
Un día después alguien visitó al editor y vio las hojas sobre su escritorio, llevaban como inscripción:
-          Cuándo se acabará.
-          Cuando algo similar suceda.

El editor, estaba muerto.

viernes, 31 de mayo de 2013

Medusa

Cuando regresó de la casa se dio cuenta que las palabras de ella eran una verdad. Sudó frío al darse cuenta de la realidad y más aún cuando no podía olvidar detalle a detalle lo visto en su hogar. Y en verdad era imposible, llegar a su cuarto, ese lugar tan oscuro donde los claros de sol se asoman sólo cuando la cortina que les obstruye entrar está mal acomodada, en ese cuarto donde está un sillón en una esquina cerca del baño y sobre él un montón de ropa, en ese cuarto donde una vez la llevó, la acostó, la tomó y la dejó ir. Estaba ahí de nuevo, al menos en sus recuerdos de hace apenas unos cuantos minutos, regresó a la escena para comprobar si sus palabras eran reales. Estando en su habitación se dirigió primeramente al colchón, lo inspeccionó con el olfato como si eso le ayudara a remontar el momento, tocó con suavidad la superficie para reconocer donde habían estado los cuerpos, pegó su oído a este y se quedó un momento inmóvil, llenó su pecho de aire y suspiró, no podía creer cómo aquella noche mágica había causado tanto mal. Después de inspeccionar la cama minuciosamente se pasó al sillón, donde todavía estaba la ropa de él y de ella tendidos, apartó la suya tirándola en la alfombra que rodeaba todo el cuarto, agarró la femenina con el mismo detenimiento como lo hizo con la cama, tomó la blusa, esa blusa insignificante con estampados azul y blanco tan desagradable, él la odio al menos ese día, jamás lo supo sólo sabía era horrenda. La aventó junto con la suya aunque estuvo a punto de tirarla a la basura, se posicionó luego de los jeans de ella, eran claros y entubados. Los revisó, no había ninguna señal de algo extraño, sólo eran unos jeans que quizá había comprado en un momento de oferta o tal vez eran usados, no le importó y los echó junto a la demás ropa. Entonces encontró la respuesta, la verdad, lo omitido por él, porque lo sabía pero no quería darse cuenta, las palabras de ella estaban ahí eran presentes, eran reales. Inspeccionó la braga de la mujer, de un verde oscuro, apenas si se notaba el color por la poca claridad del cuarto, tomó las pequeñas bragas casi en forma de corazón, la sostuvo con las dos manos y la alzó a lo alto, tuvo que soltarlas pronto cuando una ligera línea de polvo comenzó a caer. Había arena. Cerró pronto los ojos, frotándolos sin soltar la prenda, la puso  a la altura de su pecho y observó allí en la parte de la entrepierna una cantidad considerable de tierra, era más bien una fina arena, tenía un color brillante como esa arena desértica que pasa bajo el sol esperando un poco de agua y se queda así, sólo esperando. Pasó sus anchos dedos por la parte medio de la prenda íntima sintiendo cómo se impregnaba ese polvo cósmico en sus yemas, lo olió y trató de recordar si lo había sentido durante la penetración, pero sólo recordaba el momento de éctasis. Nunca, incluso porque él la desvistió sintió esa materia ahora ahí encontrada. Estando allí con los calzoncillos de ella en la mano, no tuvo más remedio que ir a buscarla para ver si podía remediar el daño.
Un poco más relajado y haciendo un lado la sustancia arenosa encontrada en su casa, hizo remembranza de cómo había encontrado a esa chica, recordó era un día cálido de mayo en el centro de la ciudad ocasionalmente visitaba un café, ahí fue cuando cruzó la mirada con ella. Una mirada, profunda, oscura, penetrante, con mucho más que dos negros ojos. Había algo más. Él la vio y de pronto se sintió hechizado, quizá era muy exagerado, pero la atracción profunda sentida no se trataba precisamente de amor sino era un deseo carnal. Se acordó el estado hipnótico en el que se encontró aquel momento, se levantó de la silla en donde estaba sentado en la explanada del café, el sol tornaba el cielo con matices entre naranja y rosados, los pájaros cantaban con su retorno a su hogar. Las personas parecían sólo estatuas inmóviles que adornaban el entorno y ella, ella estaba ahí tan sola, tan llamativa, tan misteriosa. Él se acercó, la miró de pies a cabeza y dijo: desearías tomar una taza conmigo. Sus palabras salieron de lo más profundo de su ser, jamás había hecho tal propuesta a alguna otra mujer. Se sintió extraño, ella por su parte con sus ojos brillantes, lo miró y posando su mano en la boca afirmó sólo con un movimiento cefálico. Ambos se dirigieron a una mesa, él no dejaba de contemplarla, ella sólo respondía tácitamente las cuestiones. Él quería conocer más, quitar esa nubosidad que ella ponía en su persona, quería quitarle la ropa, quería conocerla. La tarde llegó a su fin, la noche apareció, él le ofreció llevarla a su hogar, ella bajando la cabeza se negó. Viendo su intento fallido pidió su número de teléfono, ella se lo otorgó. Ambos partieron a su rumbo con una despedida muy formal. Recordaba ese día haber ido a la casa y sólo pensaba en ella, no podía olvidar su mirada, sus ojos casi inexpresivos, casi parecidos a un big-bang, semejaban todo y no decían nada, ¿qué escondían? ¿Por qué eran tan profundos y tan negros? ¿Qué le trataban de decir? Él no dejó de pensar en ello toda la noche y sólo se trataba de dos luceros incrustados en una dama. La noche hizo su curso más largo que otras veces, pero al fin y al cabo el sol volvió a salir, él no pudo esperar tanto tiempo y antes de dirigirse al trabajo la llamó. Timbró tres veces y antes de sonar la cuarta su voz delicada contestó. Realmente él no sabía que decir, no se había percatado de que no tenía plan alguno para planteárselo, daba gracias a la lingüística por las frases ya estructuradas para conversaciones de este estilo, preguntó su estado e inconscientemente o engañado por su subconsciente la invitó a salir, ella río, su risa era más bien de recuerdo, de deja vu  a sus palabras y luego de un rato aceptó su propuesta. Sería luego de seis días su reencuentro. Y así pasaron, después de una larga espera, de días con más de veinticuatro horas y el calor cada vez más intenso. No ayudaban en nada la desesperación de él, pero el día llegó y de nuevo se encontraron. Ahí en el café, donde fue su primera mirada. Estaban los dos de nuevo de frente, ella llevaba esa horrenda prenda con estampados azul y blanco, los jeans claros y unas balerinas color perla. Él la tomó de la mano y cruzó junto con ella la puerta a pesar de ser un café al aire libre. Tomaron asiento y pidieron cada quien por su parte. El silencio se adueñó de sus bocas, ninguno tenía un tema de conversación y después de un rato él comenzó a hablar. Surgieron luego muchas cosas de que hablar, poco a poco las risas comenzaron a salir y los gustos en común también, era casi un acto afectivo en aumento y como un orgasmo él le dijo “me gustas” de nuevo el silencio se apoderó de ambos y un frío, eso extraños y repentinos fríos que llegan de mayo tocó el cuerpo de ella, fue también el aire su cómplice y dejó una piedrita en su ojo, no lo pudo evitar y soltó una lágrima. Bajó la cabeza y dijo: no lo hagas, me desmoronas. La boca de él se llenó luego de flores y las quiso poner en ella. Atentamente como toda mujer se sentía alagada, sonreía de vez en cuando y giraba su café antes de darle un trago. Ella ¿qué sentía? Sólo sonreía.
Las horas transcurrieron él de nuevo le ofreció llevarla a su hogar, esta vez aceptó, pero el juego de miradas entre ambos los llevó primero a la casa de él. Los besos comenzaron a ser partícipes del momento siendo cada vez más intensos, poco a poco iban avanzando por la casa de él, hasta llegar a su cuarto, ahí la dejó caer, la respiración de ambos se aceleraba más y más, ninguno de los dos podía parar. Él trozó los botoncitos de su blusa. Ella respiró con fuerza. Él miró sus pechos color canela, suaves y de buen tamaño. Los tocó con precisión y usando todas sus yemas. Agarró su pezón con los dedos índice y pulgar con delicadeza, lo mallugaba sintiendo su arrugada textura. El respirar de ella simplemente se hacía más rápido, él bajó con arrebato su mano y desabrochó el botón de su pantalón, por la oscuridad ni siquiera notó el color de su ropa interior, sólo la aventó al sillón. Abrió sus piernas y en un segundo la penetró, su misión estaba completa. La tenía, la poseía, su deseo profundamente carnal se lograba, jamás había sentido un acto sexual con tanta intensidad, jamás su descendencia había tenido tanta fuerza al abandonar su cuerpo, jamás sintió tanto deseo por una mujer al poseerla. Era una experiencia inexplicable.
Así terminó aquella noche luego de dejarla en su casa con los boxers de él en ella y su camisa puesta, aun lo podía recordar, sí había sido una noche anterior, pero durante la mañana siguiente las palabras de ella no dejaban de rondarle “me desmoronas” una y otra vez pasaban las mismas palabras por su cabeza y no pudo más salió de urgencia, salió dirigiéndose a la casa y buscando evidencias, fue así cuando vio aquello. Entonces quiso pedirle perdón o quizá decirle que en verdad la quería. La contactó entonces y se dirigió a su lugar de trabajo. Luego de volverla a ver con su uniforme de secretaria, sus tacones de alto, su cabello agarrado, sus mejillas pintadas y una sonrisa en la boca, todo cambió para él, miró sus ojos y estaban gustosos, podía ahora leerlos, no había ya nada más en aquella mujer que le atrajera, era realmente feliz ahora que lo veía. Él se acercó despacio y le susurró al oído: creo que ya no nos podremos ver. Suspiró profundo ella y comenzó a llorar tapándose el rostro, se reconocía a sí misma y quedó allí parada inmóvil, las personas alrededor se quedaron petrificadas, el tiempo sólo pasó para ella nada más se movía. Ella se quedó sola.

viernes, 17 de mayo de 2013

V centenario


El quinto centenario fue un evento que causó controversia en América latina, donde no sólo se observó como una conmemoración al encuentro de los dos mundos, también nacieron molestias y puntos positivos hacia dicho festejo. Pero ¿de qué modo tal remembranza puede causar tanta discusión algo que nos marcó tanto al viejo mundo como a nuestro continente? ¿Cómo ha afectado nuestra manera de ser tal acontecimiento y por qué el recordarlo nos hace ver al mundo desde tantas perspectivas? Fuertes Medina, hace una reflexión del cómo Perú recibió tal acontecimiento, expresando que no fue una marcha amarillista donde se daban a conocer plantones neoindígenas en contra de la celebración de la conquista, no obstante menciona en su argumento del cómo fue la comunidad intelectual la cual se dedicó más a dicho tema, haciendo énfasis en los cambios, documentos y enfoques sobre el tema. Nos explica la versatilidad que obtuvo dicho evento y de qué manera el pueblo peruano, aprovechó lo mejor de este para más que nada hacer consciencia entre el país y su pobladores, sin el remordimiento de estar atado a un pasado oscuro y lleno de matanzas sabiendo interpretar y llevar a cabo el presente. No obstante hay que estar consientes de que lo expuesto en este documento es una recopilación de información la cual tal vez esté manipulada de algún modo, cosa que aquí no se discutirá pero se hará ver. Por otra parte si nos posicionamos más abajo en el mapa latino encontramos en Argentina un grupo musical llamado Los Fabulosos Cadillacs pero ¿de qué modo participan ellos dentro de esta investigación? Dicho grupo realiza música dentro del género ska, una de las peculiaridades de tal género son ciertamente las cuestiones sociales desde un punto liberal y en contra de las instituciones corruptas. Tales son los elementos que conforma dicha vanguardia que la celebración de la conquista fue un blanco exponer sus injusticias sobre la degradación que sufrió nuestras comunidades nativas ante el poder invasor. Así mismo podemos ver en la letra de esta banda cómo se presenta un repudio ante el acto de llevar a cabo tal festejo mostrándose del siguiente modo:
El v centenario, no hay nada que festejar
latinoamericano descorazonado
hijo bastardo de colonias asesinas
cinco siglos no son para fiesta
celebrando la matanza indígena
No damos cuenta que se enmarca explícitamente la furia y el rencor que aun se le tiene al proceso de conquista. Vemos entonces dentro nuestro continente el hecho de celebra el V centenario tiene dos enfoques sumamente diferentes, de tal modo considero necesario ver la realidad con que tal festejo, llevado a cabo en el 92 en España, por ello daremos a conocer al igual que se hizo con América dos puntos de vista para luego dar una resolución sobre tal acontecimiento. Por una parte, en España tal festividad tuvo como principal enfoque el remodelar sus principales ciudades para realzar el crecimiento como cultura y obviamente y dentro de un sistema capitalista atraer turismo para las cuestiones económicas. Vemos que tal celebración fue de gran utilidad a España para sus cuestiones económicas y más que nada para el patrimonio de la misma nacionalidad. Pr otra parte vemos que aquí también se presenta un grupo musical el cual está también enfocado a las situaciones sociales actuales y me refiero al conjunto musical de Extremoduro, ellos del mismo modo que Los Fabulosos Cadillacs también hacen cierta veneración al V centenario y del mismo modo vemos cómo hacen una crítica a tal situación, no obstante este grupo hace ver tal acto como algo más irónico o más bien satírico, como se muestra a continuación:
Debía, en una india, perseguir su amor.
Y ahora, ya puedo verles junto a mí,
que al cabo de algún tiempo la encontró:
nació un indio, —pequeñito y vacilón—,
que sigue preguntando: —¿Qué pasó?.

A diferencia de la banda latina vemos cómo se juega el papel de la combinación de cultura y cómo el resultado de esto queda en una circunstancia donde no reconoce su identidad y sí pudiera ser que en nuestra comunidades americanas muchas veces este concepto de confusión se tome para representar lo que somos y lo que nos han dejado como herencia.
            Comprendemos con tales comparaciones cómo aun en nuestra actualidad se sigue viviendo el post-colonialismo de una manera u otra para reforzar cuestiones diferentes dentro de nuestra cultura y es que muchas veces importa al público que va dirigido la información, así pues aquellos que tienen el poder de cierto modo son quienes mueven a las masas sea cual sea su conveniencia, por un lado el conjunto intelectual trata de enriquecer sus conocimientos por medios de los beneficios y logros obtenidos luego de la conquista; en otro aspecto la música está dirigida principalmente a la comunidad juvenil  de la cual se les quiere hacer consiencia del abuso del poder ya sea por extranjeros o los mismos de ahí, al menos como se vio reflejado en este estudio. Por último el festejo del V centenario, realmente pierde en la actualidad como fecha conmemorativa y se utiliza sólo como excusa para retomar valores e ideas que se estaban perdiendo, tal es el orgullo nacional, la aceptación multirracial y podemos decir la constante lucha contra la esclavitud. De cierto modo y para finalizar podemos decir que el post-colonialismo de este modo nos sirve meramente para esa identificación como latinos, pues tales sucesos aun siendo catastróficos dentro de nuestra tradición son rasgos que nos dan nuestra identidad. 

sábado, 11 de mayo de 2013

Objeto del deseo.


Soy presa silenciosa de tu actividad
Foránea, yo sonrío cuando no me ves.
Y es que tan sólo necesito verte
Para prenderme, necesito saber
Que estás ahí y mi locomoción
Se altera, nadie lo presiente.
Estoy sentada, estoy parada,
Estoy mirándote, contemplándote.
No podrías siquiera saber qué tramo,
Parezco casi inmóvil y sin sentido,
Indiferente ante tu presencia, pero
Quién más que tú conoce la sensación
De tenerte cerca, quién sabría explicar
El recordar tu manera táctil de ser,
Y es que tan sólo el verte
Ahí, tan lejos
Ahí, tan cerca
Ahí, en mis recuerdos
Me transporta a cada noche vivir
De nuevo la sensación de tu piel
De los lazos
De sin la ropa
De nosotros
Y luego, un día después, entre la
Incertidumbre
Donde tú y yo no existimos
Donde yo sólo te contemplo
Y tú sólo eres objeto del deseo.

miércoles, 24 de abril de 2013

¿Qué es eso?


Primero que nada quiero aclarar que esto es sólo una recopilación de información para aquellos que desconocen de música “indie” sí así es para aquellos cultos merecedores de premios nobel que se espantan por escuchar cosas poco convencionales. Bueno ahí les va mi grupo a tratar, el cual quizá no sea del agrado de todo y lo respeto en cierto modo, claro siempre y cuando no se crean tan open mind y critiquen lo que no conocen, pero bueno dejando a un lado eso, les quiero hablar de Jack off Jill. Siendo nuestra información base Wikipedia podemos decir que, Jack off Jill es una banda de origen estadounidense compuesta por las integrantes Jessicka Fodera y Robin "Agent" Moulder, quienes desde un inicio no han dejado la banda. A comienzos del grupo musical, se buscó que las integrantes fueran mujeres, siguiendo los patrones de L7 y Babes in toyland figuras a seguir. Obviamente no sólo fue la composición femenina lo que buscaban sino también el ritmo que estás bandas de los años 80´s manejaban. Es evidente debían tomar como base para poder comenzar la suya, lo raro de ello, no sólo se marca en la composición de integrantes, sino también lo esto significo. Porque podemos hablar sobre grupos musicales creados por cuestiones de rebeldía hacia la sociedad en cuestiones de edad, la adolescencia se identifica por estos cambios, pero cuando hablamos de una cuestión femenina debemos de tener cuidado y a qué me refiero con ello, simplemente a relaciones feministas, por ejemplo como nos menciona Judith Lowder la participación de la mujer se hace más activa cuando durante los años se ha encontrado bajo el yugo varonil. Así pues decimos que veinte años antes de comenzar la época del siglo XX se vivía aun la opresión machista en el ámbito musical incluso cuando la revolución sexual se había dado treinta años atrás en E.U.A. El género que presentan estas autoras quizá no sea del todo relevante en nuestros tiempos sin embargo ellas mostraban esta rebelión ante una supremacía masculina, donde las mujeres ni siquiera se presentaban como individuos musicales, sí también estuvo Joan Jett como solista quien nos demostró el poder femenil tiene la capacidad sobresalir en el ámbito “indie” a principios de esta rebelión sexual donde la mujer comienza a tener más prioridad y autonomía gracias de cierto modo a Hugh Marston Hefner y conversión a la perspectiva sexual tanto del hombre como la mujer. El caso es que este transcurso tiene nombre, Jack off Jill no sólo nace por querer llamar la atención, ni mucho menos de imitar a otras bandas, sino su principió es una continuación de una revolución denominada Riot el cual tenía como fin de hacerlo uno misma, si el Punk como género musical tiene el fin de ser rebelde y tomar iniciativa propia, el Riot iba más allá de ello y denunciaba el crear de cierto modo tu música como individuo femenino, pretendía además crear consistencia de la que la mujer también puede crear música y no sólo eso además muestra un grito donde la voz expresa de manera  agresiva la inconformidad, la locura y la perspectiva ante el mundo de la mujer de una manera explosiva donde desea detonar todos sus sentimientos, tabús y prohibiciones en un modo ciertamente considerable, pues sentían, me imagino, la necesidad de sacar todo aquel sentir hasta que alguien escuchase su llamado. Vemos que Jack off Jill no sólo canta de manera gutural pues intentan representar esa represión vivida de sus predecesoras y expresarlas de cierto modo que puedan sentir su generación de principios del siglo XX cuando aun se sentía esa desigualdad de género. Así vemos que dicho grupo no sólo crea música por crear sino que su propósito va más allá de imponer un género pues intenta más que nada crear consciencia en el oyente de dichas luchas de cierto modo pasivas en el sentido que no se expone la lucha física sino musical, por ello es importante saber de música donde los exponentes tienen una manera propia de expresarse particular pues intentan demostrar ciertos aspectos importantes y relevantes de la vida. Es así de esta manera escueta como doy testimonio de Jack off Jill que no sólo es ruido o cuestión para decir ¿qué es eso? sino es más que nada una revolución ante lo que se ha vivido como mujer y se quiere expresar como música. De este modo intento dar a conocer cómo dicho grupo tiene relevancia ante la sociedad para que antes de criticar sepan apreciar la música y su intención.  Por cierto aquí dejo un link de una de sus canciones me gusta mucho :D http://www.youtube.com/watch?v=MA4tdXLPeWI

lunes, 25 de marzo de 2013

Mi vida es un asco.


Para empezar he de comentar mi vida más que un asco está llena de sarcasmos y esta vez sólo quiero exponer algo que me molesta mucho y quizá uno y que otro lo ha vivido, porque realmente la vida no es un asco, porque la vida es una cosa hermosa y llena de alegrías, llena además de lo que tú quieras conceptualizar como felicidad. En verdad no creo a dos personas con el mismo concepto de felicidad pero sí todo el mundo lo desea, entonces ¿qué pasa cuando uno trata de reconocer su punto máximo de alegría? Todo, todo sucede por esas escuelas, teorías, reglas, psicología, etcétera. Todos creen tener la razón sobre el tema, todos creen que la felicidad es una institución donde sólo los aptos que se prepararon durante toda su vida siguiendo un modelo estrictamente rígido logran llegar a él, señalando con fría mano a los otros por no haber sido tan habilidosos para llevar su camino por este único y solamente verdadero sendero a la felicidad. No, no estoy en contra de las instituciones en cierto modo estabilizan el orden social, tampoco quiero hacer énfasis en ello pues mi punto tiene otro rumbo. La felicidad entonces muchas veces así no la manejan, realmente platico mi anécdota desde mi niñez donde tenía cierta manía de comer borrador, no era sólo yo la única que comiese goma en mi salón sino además otras dos compañeras y yo lo hacíamos. Luego de hacer dicha práctica un día nuestro profesor observó conducta tan poco usual y preguntó con asqueada cara ¿comes borrador? Yo, con gran orgullo respondí afirmativamente, se alejó de mí y siguió la clase, por alguna razón mis compañeras decidieron ya no comer borrador, yo por mi ingenuidad no lo entendí. Fue esa la primera vez (o al menos que yo recuerde) donde me negaron mi voluntad, luego de ello muchos recuerdos los mantengo presentes, pero sólo usaré los apropiados para este tema. A mis trece años cuando obtuve mi primer celular recuerdo haber estado con las manos dentro de mi pantalón, era una maña también usual en aquella época, la verdad es que no me creo única en ese aspecto, sé que mucha gente (o quizá toda) toma ciertos elementos y los va produciendo en un tiempo determinado, y como dije el mío era ese, yo solía llevar una paleta, las manos en los bolsillos y música en mi cabeza casi todo el tiempo, me sentía imponente ante todo, podía hacer cualquier cosa aun cuando a esa edad ni siquiera en noviazgo, alcohol u otra cosa de rebeldía pensara. Sólo me importaba aquel día mi celular, mi primer y nuevo celular, yo como he mencionado en mi posición cómoda vino alguien a mencionarme “esa postura sólo muestra inseguridad en una mujer” no podía creer las palabras escuchadas mi forma de estar era todo lo contrario a lo deseado, estaba en un error, no pensé cómo mis acciones iban en contra de mi pensamiento. Desde ese momento, las personas a mi alrededor comenzaron a señalarme lo que estaba bien y lo contrario. Poco a poco fueron incrustando en mi inocente cerebro ideas sobre cómo se debe actuar, fueron creando en mí una personalidad fuera de lo que soy yo. He aquí a lo largo del tiempo he ido reflexionando si eso estaba bien o si sólo era un método para hacerme creer mi vida era un asco. Llegué a la conclusión todos aquellos consejos en verdad no me servían de nada y sólo confundían mi rumbo y la verdad veo innecesario decirle a alguien cómo debe de buscar su felicidad si no la conoce bien, ahora tal vez existan patrones para determinar los estados de cada persona, sin embargo creo que si alguien no pide ayuda es porque se siente realmente feliz con lo que hace, en mi punto de vista tendrá más conflictos cuando alguien desee cambiar su forma de ser entonces será aún más juzgada porque está confundida. Es importante respetar la individualidad de las personas, siempre y cuando no nos afecte y no afecte a terceros, cada quien tiene formas distintas de visualizar el mundo y mientras sea una criatura inofensiva al alrededor creo que es bueno respetar ello. Porque luego creerá que su vida es un asco, lo cual no lo es porque cada vida tiene un destino diferente y el obligar a alguien ir por un camino que no es el suyo sólo trae amargura al individuo e inocentemente esto sí afecta a terceros, antes he hablado de los “cansados de la nada” que son el resultado de querer cambiar a las personas. Entonces y como conclusión vivan su vida sin seguir ningún sistema para lograr la felicidad, porque esta sólo se encuentra en cada una de nuestras acciones haciéndolas con gusto, sólo así no hay otra manera, pero teniendo en cuenta no somos seres independientes del todo por ello debemos de responder de manera positiva a los demás contribuyentes de nuestra sociedad, pues así como nosotros ellos también son individuos y si nosotros dejamos que se realicen totalmente, ellos harán lo mismo por nosotros, ahora si quieren abordar la política en este aspecto, muchas veces los puestos dentro de está no son del todo por voluntad propia sino son ambiciones ciegas por el poder. Mi enfoque está más dedicado a cuestiones donde lo material o monetario no importa en realidad, porque estás ideas de tenerlo todo se nos van inculcando y sé también no soy la primera en hablar sobre estos temas y creo no ser la más acertada pero la verdad tenía la necesidad de exponer mi punto con la simple intención de dejar en claro uno sólo debe cuidar una vida y es la suya, sólo hay una o tal vez varias, pero en esta es necesario disfrutarla porque como Unamuno mencionaba no sólo somos razón sino también somos de carne y de hueso, también sentimos y hay que aprovecharlo.