martes, 11 de mayo de 2021

Pesadilla

Era recurrente el mismo episodio, toparse con enfrentamientos entre bandos por la ciudad, de hecho recomendaban horarios específicos para salir de casa. Ir de compras se volvía cada vez un acto de valentía. En lo particular a mí no me importaba, me las ingeniaba para escabullirme o ya reconocía los escenarios donde los patéticos pandilleros se mataban unos a otros. Mamá temía siempre de mi alma libre y de algún día alguna bala llegara a darme. Recuerdo uno de los enfrentamientos ocurrió cerca de la tienda de ropa a donde solía ir con frecuencia. Había sido un evento inesperado porque regularmente solían hacerlo en espacios más abiertos y con multitudes, no lo hacían para lastimar inocentes sino para, entre el bullicio, pudieran ver sus espectáculos. Esta vez montaron un show distinto, me habían tomado desprevenida, apenas alcance a esconderme entre los estantes de ropa. Quise al menos alcanzar un maniquí pero en el instante entraron a la tienda. - Por aquí andará la hija del jefe. – dijo uno - Pues se cree la Jazmín andando en los barrios pobres. – le respondió el otro - ¿y te dijeron cómo andaba? - Pues como una jovencita ¿qué usan o qué? - Blusas de colores ¿no? - Ándale, agárrate la que se parezca más al jefe Recé por favor no ser la elegida pero mis plegarias salieron totalmente contrarias. Temí por el porvenir, pero me vieron ahí tirada e inmóvil. ¿Qué se les ocurriría ahora? - Despiértala - ¿Y yo por qué? - Pues porque, ¿Por qué tendría qué hacerlo yo? - Bueno sí quizá tengas razón. – respondió dudoso. - ¿Y cómo le hago? - Hazle cosquillas o yo qué sé Pretendí mantener la calma y respiré, pero sentí su mano en la planta de los pies, deslizándose lentamente rasgando con ligereza. El evento fue terroríficamente espantoso. Quise quitarme pero me sentía inmóvil, me moví una y otra vez intentando quitarme la mano que maniobraba con mi pie y desperté. Vivía tanto en mis sueños como la sutil extensión de la vida misma y me había acostumbrado a dejar de temerle pero, las cosquillas, la sensación desesperante de no tener control sobre sí misma, jamás la soportaría.

miércoles, 4 de febrero de 2015

Dominio público


He estado habitualmente
En contra de todo aquello que pudiera
Ser de agrado común,
Siendo un goce las cosas
Fuera de lo ordinario,
Sin embargo
Toparte y de vez en cuando mirarte
Entre tantas de tus cosas
Y una y que otra de las mías
Compartiendo salivas,
Pudores, caricias,
De los demás y las demás
Homogenizando
todo lo que llevamos
en un solo momento.
Siendo tú, particularmente
Dominio público,
te conviertes
Un estadio de satisfacción.

Dejo caer todos mis prejuicios
Te sonrío
Me retracto de mi filosofía.
Mi nombre.

Me quedo contigo

martes, 20 de enero de 2015

Lo tienes todo

Exijo, con este documento,
Una nueva definición del todo.
Si la riqueza de elementos
Para el complemento máximo
Refiere al concepto,
He pasado mi vida
Sin la mínima parte de los requisitos.

Mi sangre tiñe de rojo y mi linaje
Es mestizo
Mis atributos y belleza
Han sido regalos del amor
Y no un contrato.

Mi universo
Lo he dibujado con los pinceles
Encontrados en mis más
Recónditos saberes;
Vienen de mi alma gris
De un corazón tinto
Y mis aspiraciones que
Me ayudan a pintar con poco color.

Mi fortuna, si así
Se le puede llamar a la vida,
La fui forjando como diamante
Hasta encontrarme
Dibujada en ella

Pese a mi apariencia
Ordinaria
Vivo soportando la ideología
Mundana de tenerlo todo.

Si mis bienes materiales
Pudiesen llamarse como esa totalidad
De la que hablan
¿Por qué dejan a un lado el alma, corazón y mente?

Y, basándose en este
Absurdo concepto de totalidad
Rompen con el orgullo de
Mis bondades

¿Qué tienes de fantástica vida,
si con lo que he anhelado
me lo has quitado por tenerlo todo?


Quedarte solo

En las olas de las sombras
Por las calles donde  dices ir solo,
Ahí me hablas de mis fallos,
De los cometidos  y mis culpas.

Divagas con mis fantasmas
El mal uso que hago ahora de
Mi presencia.

Exiges mi tiempo en tus
Momentos de cólera y riñes
Contra mí cuando ya no hayas
Escapatoria.

Yo, inánime en tu presente
Te digo: la inconstancia
Tuya en mi pasado
Y ese delirio absurdo
De prevalecer siempre
En mi lecho, aun cuando
Te ausentabas sin mirar mi rostro
De negro y sambutido

Causaron suficiente dolor para
Interpretar el amor eterno
De nuestra tragicomedia

Razón misma
Por la cual mi espíritu
Loco y casi suicida,
Después de los años
No pide más que el descanso,
Pero el corazón
¡Oh inútil músculo porfiado!
Se aferra a tu cuerpo inerte

Y topándonos en los días
De vernos y supuesto apoyarnos,
Mis ánimas no colaboran
Con la afición, siendo mi parte
Un elemento falso de tu vida
Prevaleciendo sólo mi cuerpo físico,
acompañandote
Como esa triste soledad que no te deja

Quedarte solo

sábado, 23 de agosto de 2014

La amante

Como todos los días mi alarma suena a las seis con treinta minutos y de nuevo vuelvo a llegar tarde al trabajo, algunos dirán me culparan de flojo, otros de incumplido, pero en realidad es culpa de ella, mi amante, sin embargo si yo les platicara de ella en mi trabajo nadie me lo creería incluso a veces llego a pensar que mencionarla sería absurdo, todos pensarían que es una tontería nuestra relación, todos me darían por loco. Hasta cierto punto estoy de acuerdo con ello, pero cómo negar todo lo que me hace sentir.
Pero pensar en llegar a la casa triste y solo sin encontrarla eso sí sería una tremenda locura. La miro cuando dejo mi maleta y cuerpo sin ánima luego de una ardua jornada laboral, ella inmóvil me invita a pasar un tiempo a su lado. Junto mi cuerpo con el suyo y comienzo a tocar todos sus bordes suaves de arriba a abajo, lo hago también con los pies. La huelo, su aroma es como en sueño, fresco y lleno de tranquilidad. Sigue inmutable, tranquila y serena, a pesar de todo me hace sentir aliviado y sin más que necesitar sino estar ahí. Le quito lo que en realidad siempre he pensado está demás y la dejo a penas con una ligera sábana.
Me monto sobre ella dejando caer mi cuerpo y la tomo con mis dos manos de las orillas, su pequeña cintura. Es reducida, es perfecta. Pude, en un tiempo atrás conseguirme una de tamaño más grande, pero la quería sólo para mí, para mi goce, para una sola necesidad, por eso me quedé con ella.
Se preguntarán por qué la llamo mi amante y es que durante la noche, luego de un rato cuando nuestros cuerpos ya están fusionados, comienzo a viajar por mundos oníricos, ¿cómo no amarla? si me hace olvidar todos mis problemas y me mantiene en un estado confortable durante toda la noche.

Por las mañanas cuando sabe que me iré usa sus lianas invisibles para mantenerme a su lado y enredado lucho para poder salir, lucho para quedarme allí una mañana con ella. Regreso a la realidad, le doy un abrazo como si fuese el último adiós, nos quedamos en silencio, la tiendo con sus respectivas cobijas, vuelvo a poner las almohadas que la decoran y me marcho. 

martes, 3 de junio de 2014

La unión

El día que me fui sólo me llevé esta foto. Ahora que regreso a casa siento un poco de melancolía al recordar aquel día.  Mi madre siempre me dijo era igual a mi padre, y tenía razón, desde joven dejé el hogar por buscar mis sueños, aunque ella lo entendía no pudo detener su llanto cuando me vio partir. Mi hermano por su parte, ni siquiera volteó al umbral de la puerta, como siempre nuestra relación estaba en conflicto, sin embargo observando detenidamente la foto, estamos él y yo abrazados y nuestros labios muestran algo extraño. Sí, sonreímos, pero no esa sonrisa convencional de foto, no también hay nostalgia y un poco de tristeza, pero estamos felices. A pesar de los problemas y diferencias que hubo siempre, existía una fuerza que nos unía.
Recuerdo ese día. Tenía ocho y él diez, en aquella época mi padre se había ido a trabajar al extranjero y madre cada mes enviaba una foto de nosotros para animar a mi padre. Cada fin de mes mi madre nos vestía con las ropas más elegantes como muestra del esfuerzo de mi padre, pero a esa edad para nosotros esas cosas no importaban, sólo nuestra absurda rivalidad que jamás entenderé cómo empezó.
Mi madre tenía que hacerse cargo de nosotros sola, sin ningún apoyo. Era un trabajo difícil. Nuestros pleitos como hermanos siempre eran por cosas simples, la ropa, los juguetes, colores, inclusive por los compañeros de salón. Con el tiempo las cosas fueron empeorando y cada vez la competición se enfocaba en cuestiones más sofisticadas, pero siempre hubo algo que nos unía.
El día de la foto, de este único recuerdo que llevé conmigo, mi madre nos había vestido con atuendos diferentes, mientras él portaba un traje azul marino con botones y unos pescadores del mismo color, el mío era más colorido, las formalidades nunca fueron para mí, llevaba unos jeans color caqui, una playera verde y una camisa de cuadros encima. Mi madre nos vistió a cada uno conforme a nuestros gustos y a pesar de ello, sentíamos algo tanto el uno como el otro por el atuendo que llevábamos, pensábamos era el mejor.
Durante el día las indirectas de palabras no paraban de llover de ambos lados, mi madre en un inicio ignoró nuestra pelea, sólo nos pedía no ensuciáramos nuestro atuendo, pero no nos importó, nosotros seguíamos nuestra pelea milenaria. Mi madre prefirió irse a otro cuarto para concentrarse en una buena lectura, mientras se llegaba la hora de tomarnos la foto.
Las indirectas poco a poco se fueron convirtiendo en pequeños empujones y luego ligeros golpes, la rivalidad se transformaba en algo más. Mi madre harta de escuchar nuestros jaloneos decidió adelantar la hora de la foto, ella era fotógrafa y eso de las luz natural le encantaba, pero no podía más escucharnos pelear. Cuando nos habló estábamos en la cocina y sin fijarnos tiramos la comida sobre nuestras ropas.
Habíamos arruinado todo el esfuerzo de nuestra madre, fue ahí cuando comprendimos, al menos ese día, lo ridículo de nuestras peleas y llenos de esa combinación espesa sobre nosotros quisimos resolver el error cometido. Ella nos miró y dando una media vuelta se retiró a su cuarto, no podíamos dejar eso así. Limpiamos el lugar y decidimos tomarnos la foto nosotros, pero no sabíamos, la pusimos en temporizado pero cuando llegábamos la foto ya se había tomado. Tirados los dos en el suelo nos sentimos derrotados. Entonces nos abrazamos. Lloramos más y no sabíamos cómo pedir disculpas, mi madre jamás nos volvería a hablar, pero de pronto escuchamos el flash. Nos habían tomado una foto infraganti, mi madre se burlaba de nosotros. Al ver su expresión de vernos rendidos, nos dijo si habíamos aprendido la lección, con un poco de enojo y a la vez felicidad sonreímos inocentemente, mi madre guardó ese recuerdo en esta foto.

Ahora vuelvo a mi hogar, porque de nuevo esa fuerza que nos unía de pequeños nos llama, si bien una vez me dijo un amigo en los funerales es de las pocas cosas que une a la familia y sí era verdad de nuevo mi madre nos estaba uniendo.

miércoles, 30 de abril de 2014

La desaparición

Habían contratado al mejor detective de la cuidad, temían que el suceso ocurrido en el Hotel Principal pudiera bajar la cantidad de clientes. Tenía gran fama en la ciudad, pues apenas había cumplido un año como detective y había resuelto más de 100 casos de los cuales muchos habían desertado por su dificultad. Hotel Principal tenían poco en función, pero por su ubicación tuvo un crecimiento impresionante.
La desaparición de un huésped sin dejar rastro, se convirtió en la noticia de la semana, varios periódicos amarillistas publicaban que la habían asesinado por haber encontrado el más terrible secreto del hotel. Surgieron tantas historias alrededor del acontecimiento, el dueño no podía más y fue cuando tomó la decisión de llamar un experto en el tema. Fue cuando llamó al detective.
El detective era un joven de unos 28 años, alto, de cabellos negros y lacios con una tez morena y grandes ojos color café. Además de ser un as en su trabajo, era también un galán a pesar del atuendo casual que llevaba puesto. Odiaba las formalidades.
A la llegada del detective interrogó con las personas del hotel que tuvieron más interacción con la desaparecida, para así saber por dónde empezar. El dueño fue quien la había recibido un martes por la tarde, le pareció extraño desde su llegada. Veía al hotel con tanta añoranza, tocaba con tanta delicadeza las paredes, los adornos, el agua y en especial a todas las plantas del lugar. Su vestimenta a pesar de ser de lo más común, había algo en ella que no encajaba con el ambiente. Quizá el dueño exageraba en su descripción, por el simple hecho de que dicha mujer había desaparecido sin dejar rastro alguno. También mencionó que sus ojos guardaban algún secreto.
La información, por más descriptiva que pareciera era vana. El detective necesitaba saber más sobre la mujer, de dónde venía por qué se hospedaba ahí y cuándo fue la última vez que fue vista. El dueño por su parte hablaba cosas irrelevantes, como el color de su cabello, las ropas que llevaba, su look, entre otras cosas, inclusive aun y cuando parecía ayudarle en su investigación el saber que de niña ya había estado ahí, pero al igual que lo anterior, sólo era información vana.
Las pistas otorgadas mermaban más el trabajo del detective y pareciera que nadie nunca vio algo sospechoso en la mujer, como todos los turistas, le dijo un empleado, estaba maravillada con la ciudad y su acento ni siquiera lo distinguía porque llevaban poco tiempo trabajando ahí, sin embargo el detective no podía dejar el caso, sabía que debía de haber una explicación para aquello.
Iba casi todos los días al hotel a ver si alguien recordaba algún detalle que pudiera atar cabos y resolver el misterio, pero conforme pasaban los días la gente dejó de tomarle importancia aun y cuando le habían ofrecido una suite al detective para siguiera su caso, aun y cuando el Hotel Principal dejó de ser noticia relevante y pasó a la sección de lugares donde hospedarse
El detective, luego de buscar por todos los rincones del cuarto e la desaparecida, se sentó en la cama rendido al no poder encontrar ninguna pista de la misma, era la primera vez que fallaba en un asunto por el estilo. Las pisadas de los huéspedes se escuchaban de fondo. Unas pequeñas pisadas se acercaban al cuarto. El detective abrió y se encontró con una niña, era pequeña como de unos siete años, sus ojos eran dos canicas caleidoscópicas las cuales era difícil definir el color de ellos. Se paró frente de él y con las dos manos le entregó una carta cerrada. El detective, sólo estiró las manos, sin entender bien lo que sucedía. La niña con una voz tenue dijo:
- Una señora muy bella me la dio, dijo que usted entendería.
Abrió la carta y con una letra muy legible, comenzó a leer:

“Sé qué usted estará buscándome, lo sé, sé que me llenará de intriga saber su oficio y me acercaré a usted con o sin este medio, siempre he tenido un gusto irresistible hacia los detectives, pero sé que es algo que no le importa, sólo quiere saber el  por qué ha recibido esta carta, verá soy la mujer que desapareció, pero realmente no lo he hecho, si mira al frente me podrá ver, sí soy esa niña que usted ve.
He viajado en el tiempo porque quise volver a ver lo hermoso que era mi ciudad antes de… todo. En mi época esto es posible, pero eso de jugar a ser dioses, nos ha costado. Podemos permanecer en un tiempo distante al nuestro, pero luego de permanecer en una dimisión que no nos pertenece los langoliers, llegan por nosotros y nos devuelven a nuestro momento, esto con el fin de no modificar la línea temporal.
Ahora espero que no se sienta mal por pensar que no podía resolver una desaparición como la mía. Conozco su historial y sé lo mucho que significa no saber cómo responderle a los dueños de este hotel pero sé que sabrá cómo resolver este problema.  Mucho éxito Sr. Detective.”

El detective quedó anonadado con lo que había leído. La niña por su parte le sonrió y le dijo:
- Sé que sabrá cómo resolver este problema.
Una voz llamó a la niña, y esta antes de irse, mencionó.
- Mucho éxito Sr. Detective.