Llegaron los diez hermanos
citados en aquel cuarto tan grisáceo, con poca luz y a la vez luctuoso y cómo
no iba tener ese tinte de muerte, si se habían reunido después de tanto tiempo,
sólo para leer el testamento de su fallecida madre. El notario abrió el
expediente de la señora difunta sacando primero una carta un tanto maltratada
por los años y dejó aparte unas hojas con letras impresas. Luego se dispuso a
dar unas palabras al público.
-
Su madre.- dijo el notario. – luego del
fallecimiento de su esposo se acercó conmigo, para preguntar cómo se hacía un
testamento, yo luego se lo expliqué. Ella me preguntó si podía además agregar
algo más.
El hermano mayor, quien oscilaba
entre unos cincuenta años preguntó:
-
¿qué era
ese algo más?
El hombre quien sostenía los
papeles, calló produciendo un silencio en la habitación, ninguno de los demás
hermanos se atrevió a interrumpir ese lapso.
Luego de unos segundos siguió su discurso.
-
Días después volvió atemorizada y un tanto
insegura de dejarme esta carta, me dijo deseaba dejarlo como parte de su
testamento.- decía estas palabras mientras desdoblaba la carta. – por eso creo
necesario darles a conocer hoy su petición.
“Creo es necesario contar algo
que tal vez no puede haberlo hecho por respeto a mi querido esposo, pero espero
que a estas alturas quienes tengan el goce de leerlo comprendan mis razones por
las cuales tanto tiempo guardé silencio.
Luego de tanto tiempo me siento
segura de decirlo, ya no tengo que rendirle cuentas a su padre y es buen
momento para contárselos, probablemente aun me apene por ustedes decírselos de
frente es por eso que deseo hacérselos saber después de mi partida.
Quiero contarles la verdadera
historia de cómo su hermano el mayor llegó a este mundo. He de decirles a todos
los quiero por igual y aun después de mi muerte los seguiré queriendo a todos
con el mismo sentimiento pero, a pesar de ello, a pesar tal vez no fui una
madre modelo les contaré lo que pasó hace treinta años, en 1956.
Cuando su padre y yo comenzamos
nuestra vida de casados, nos fue difícil mantener nuestro hogar, por ello su
padre trabajaba casi todo el día, yo por mi cuenta me estaba haciendo los
quehaceres de la casa. Un día de diciembre, cuando el clima helaba hasta los
huesos, un hombre con una triste mirada llegó al porche de la casa. Me dijo que
no sabía dónde estaba, no le creí. Al principio temí que fuera un asaltante o
algún malviviente, pero luego volví a ver su rostro y se veía demacrado, triste
y desvelado, de pronto hubo una chispa de confianza brotando de él. Entonces le
ofrecí pasar a nuestra casa por un vaso de agua. Él con la cabeza abajo aceptó.
Mientras le servía un poco de
agua me
contó llevaba también poco tiempo que se había casado, pero ahora pasaba por un
mal momento, por eso andaba perdido por el mundo. Había viajado mucho desde su
tierra natal allá en Guanajuato, me contó su amor por la música. Poco a poco me
comenzó a parecer un hombre interesante. He de contarles no era mal parecido si
olvidamos sus ropas sucias y sus profundas ojeras.
Inconscientemente cada vez
estábamos más cerca, su vida me parecía tan interesante y pensaba que al estar
más cerca sabría más de su vida, pero entonces sin que ninguno de los dos lo
dijéramos o lo pensáramos, nuestros labios se juntaron y uno a uno se
correspondían. Sus manos, fueron bajando desde mis hombros hasta las caderas.
En ese instante no pensé en nada más y me dejé llevar por el momento. Nuestras
ropas cayeron al suelo y nos fuimos deslizando hacia la habitación principal,
ahí caímos los dos sobre la cama y las caricias y los besos eran cada vez más
profundos más llenos de pasión. No sé en qué estoy pensando cuando les dejo a
mis hijos este testimonio, pero en verdad deseo lo sepan y lo que yo sentí en
aquellos momentos aunque de cierto modo les parezca un tanto incómodo.
Ya los dos en la cama, recuerdo cómo
se acercaba a mi oído, con una sutileza con la que nadie jamás lo había hecho,
tocó mi hombro y como un susurro, me cantó:Llegaste
tú, con ese amor a tiempo de salvarme. Recuerdo con tal claridad sus
palabras.Su mano seguía sobre mi hombro y sentí su calor como jamás lo había
sentido, era tan cálida su presencia, ya había olvidado casi el frío de ese
día. Me tomaba con su fuertes brazos, cambiándome de un lugar a otro sobre la
cama, jugamos como dos enamorados, sin siquiera pensar en el tiempo, pero luego
algo me hizo poner los pies sobre la tierra, era noche y pronto llegaría su
padre.
Le dije debía de irse, era tarde
y pronto llegaría mi esposo, el lo entendió y agradeció mi hospitalidad.
Después de vestirnos y estando los dos en la puerta me dijo con una voz tan
varonil que regresaría a más tardar en un año. Me besó por última vez en los
labios y comencé a contar los días.
Así pasaron los meses, hasta que
llegó el año, yo esperaba que él regresara, yo deseaba otra vez que en se
inicio de diciembre volviera él, pero no fue así. Estuve sentada en la entrada
del porche pero no llegaba, ya había perdido toda esperanza con mi niño en
brazos y yo quería mostrarle lo que aquella noche había nacido, pero no llegó.
Cuando estuve a punto de perder
toda fe, de jamás lo volverlo a ver, como un milagro escuché en la radio su
voz, estoy tan segura que era él, me hablaba de ese modo. Me hizo sentir un
escalofrío, pero me cantaba a mí, me cantaba de nuevo esas palabras las que
hace un año me susurraba, me hablaba y él estaba feliz por mi condición. Por
nuestro hijo. Y aquí estoy yo con este
amor para morir por ti sin olvidarte.Fueron esas palabras con las que
supe aun no me olvidaba y sé que fue a tiempo cuando me hizo saber jamás me
olvidaría.
Con estas palabras les hago
conocer mi gran secreto, no me juzguen que ya alguien lo está haciendo por
ustedes. Espero entiendan el por qué esperé hasta este momento para
contárselos”
De nuevo hubo silencio, el
notario se dispuso a guardar la carta en el sobre, pero el hermano mayor se la
arrebató guardándosela en el bolso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario