Voy por la casa
de un lado a otro. Voy de la cama a la ventana contemplando lo azul oscuro del
cielo. Aparece en mi mente ese nítido recuerdo de lo acontecido. Aquello me causa confusión.
Me postro en la
ventana mirando de nuevo ese cálido atardecer y vuelvo al lugar, ese lugar y
momento que no me deja en paz, porque sabía, aquello no podía suceder.
Desde pequeña lo supe y aunque mi madre quiso de manera incansable cambiar aquello, se rindió
cuando mi profesora de primaria le dijo existían personas que nacían con ese
defecto, con esa incapacidad. Al principio mi madre no lo creía, pero luego al
ver la mano siniestra de mi docente se dio cuenta que era posible no
poder amar.
A esa edad yo no
entendía qué tan grave era mi problema. Ser zurda no tenía nada de malo. Incluso me creía mejor que los demás. Pero crecí y fue cuando llegaron las
consecuencias.
Ser zurda,
pasaba por mi cabeza al mismo tiempo que
recordaba el suceso, era un problema de amor, porque según las estadísticas de
varios investigadores, quienes giraban la cabeza a la derecha, mientras besaban,
era porque daban sus labios sin sentir afecto alguno. Aquello estaba
relacionado con cuál hemisferio del cerebro se trabajaba más y los zurdos,
desgraciados, teníamos la imposibilidad de sentir, como lo hacen los diestros.
Miro el cenit en sus colores más fuertes no puedo comprender qué sucedió. Recuerdo una
y otra vez el suceso, asegurándome cada acción mía y de él y no comprendo.
Regreso al
momento para asegurarme de cada detalle, la memoria luego de tantas derrotas a
veces juega con los recuerdos para sentirse bien. Estoy en las escaleras, sosteniendo esa nieve de sabores exóticos
y de gran tamaño. Mi estómago se agita mientras me acuerdo. Me siento
extraña. Tomo la nieve y platicamos, mi fascinación por la nieve me hace estar
más tiempo en silencio, pero por alguna razón, sé que la conversación se da.
Pasamos contemplando el cielo, esos minutos relativos en que el azul se
convierte en rojo. En ese instante, que ya no parece tan nítido el recuerdo,
nos miramos y todo, desaparece.
Entonces llego a
una conclusión del todo. Lo recuerdo a él girando al mismo sentido que
yo. Comprendo que sí es amor.
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