miércoles, 8 de febrero de 2012

El fantasma de mi ático.

Aún recuerdo esa noche cuando niño era, mi cuarto estaba en el piso de arriba de mi casa, en seguida del de mis padres y cerca de la puerta a mí al ático. Siempre escuchaba ruidos ahí, pero mi madre decía eran supersticiones mías. Esa noche fría de octubre, cuando la gran luna daba todo su esplendor, no fue excepción los ruidos sobre mi cuarto, en aquel diminuto lugar donde terminaba mi casa a lo alto. Esta vez yo, a mi temprana edad y muy activa curiosidad, fueron factores por los cuales decidí subir para saber de qué se trataba. Recuerdo no tuve miedo, la luna me fue cómplice en la misión, pues me permitía al menos ver mucho más allá de mi nariz. Antes de llegar al ático, en la puerta, algo me detuvo. Era un hombre altísimo con una capucha negra, el rostro se le notaba poco, era triste y aburrido. Luego le miré bien y me di cuenta que sus pies no estaban. Por un momento no supe explicar tal circunstancia, pero con mi gran intuición de niño, me hizo suponer se trababa de un fantasma, así que para estar más seguro le pregunté:
-          Señor – le dije tratando de encontrar su mirada. – acaso usted es un fantasma.
-          Fantasma, ¿yo? – preguntó sorprendido. – hijo como es que me preguntas eso, soy tu padre mi amado Martín, tu padre Jack.- concluyó.
-          No, no señor Jack no soy su hijo, pero dígame que hace usted aquí, cuidando la puerta de mi ático. –pregunte con una voz fuerte y segura.
-          ¿Tu ático? Pero si esta es mi casa – contestó confundido.
-          Señor – repetí. – le he dicho ahora esta es mi casa y usted es un fantasma. Sólo quiero saber el motivo de cual usted está aquí y hace tanto ruido todas las noches para así me pueda ir a dormir en paz.
El fantasma se puso a pensar en la probabilidad yo tuviera razón. Entonces se miró de cabeza a su parte inferior y se dio cuenta que los pies le faltaban y así entendió la verdad de mis palabras.
            Al fin reconoció su estado espectral, intentó hacer chistes sobre eso, pero no causaban un gran impacto en mí. Después comprendió que, por esa misma razón tampoco se movía de dicho lugar y su hijo Martín nunca subía. Luego hizo remembranza de lo sucedido. Recordó como había conseguido la casa, se encontraba en bajo precio a pesar del tamaño, pero su costo se debía a que tenía una maldición. Esta se trataba de algún espíritu maligno poseía a su víctima y la dejaba en estado vegetal, pero el ente solo se encontraba en el ático.

- Es por eso mi estancia permanente en este sitio– dijo.
- Pero señor Jack eso no explica bien el hecho del que usted se encuentre aquí. – concluí.
- Oh bueno veras, esa alma malévola que hay en este ático, sólo se apodera de pequeños niños como lo era mi Martín.
Me di cuentan el deseo del fantasma por proteger a su hijo era muy grande, tanto que un día decidió poner un candado en la puerta del ático, pero cuando se dirigía a la tienda, tuvo un accidente automovilístico y murió.
- Ahora mi pequeño amigo, entiendes porque me permanezco protegiendo la puerta de niños como tú no suban. Sin embargo, a decir verdad desde el accidente y la partida de mi esposa y mi hijo de esta casa, pensaron lo acontecido había sido causa de la maldición se marcharon. Eres el primero en venir aquí.
Su acción era tan buena pues a mí también me cuidaba, así que le propuse un trato.
- Señor fantasma como usted me ha protegido de los males de allá arriba, yo le prometo cuando sea grande, entraré al lugar el cual usted hace guardia y desharé la maldición de ese cuarto. Para ningún niño peligre de subir al ático y ser atacado por algún espíritu maligno.
Fue así como el fantasma del ático y de nombre Jack y yo, el niño inquieto en aquella noche de Octubre, tras escuchar ruidos en el cuarto de la parte más alta de mí casa, cerramos un trato. Yo le prometí regresaría en quince años y como todo buen niño le di mi palabra. Ahora han pasado quince años ya es tiempo de regresar.
La noche había caído al igual que hace quince años y con esa luz reflejada por el enorme astro que un miércoles me aluzó hacia una aventura, hoy domingo la he de terminar. Cuando mis padres partieron hacia su cuarto para descansar, yo me dirigí rápidamente al cuarto donde nadie nunca subía. Y ahí estaba el señor con la triste mirada hacia abajo esperándome después de quince largos años.
- He vuelto – le dije feliz y sonriendo.
- Eres tu mi pequeño amigo, ¡mira como han pasado los años en ti! Mientras yo me conservo igual – decía esto como forma de broma.
Al parecer su humor no había cambiado en este lapso de tiempo. Entonces después de aquellos chistes, mal estructurados me dijo:
- Bueno mi pequeño amigo, es hora de cumplir tu promesa y romper la maldición que me prometiste deshacer.
Era demasiado extraño, pues ahora siendo ya todo un adulto, me daba miedo a lo que me pudiese encontrar ahí adentro. así que le dije.
- Señor fantasma, necesitaré suba conmigo.
El dudó en hacerlo pero al último accedió. Estábamos los dos tenebrosos. Todo se encontraba tan oscuro y lleno de telarañas y cajas de cartón. El piso era de madera, tuve miedo al caminar pues parecía ya estar muy descuidado y putrefacto y podría caer en cualquier momento. Había llevado algunas cosas con las cuales supuse terminaría con la maldición, aquellas en las películas de terror siempre dicen debemos llevar en caso de cualquier suceso demoniaco. Como la biblia, sal, campanas y una bolsa llena de objetos de ese tipo. 
Mientras yo sacaba mi material para empezar mi “limpia” observé a el fantasma Jack miraba fijamente un objeto, luego me aproximé y le pregunté:
- Señor fantasma, ¿Qué es lo que usted ve?
Sus ojos se veían nublosos y lágrimas caían al suelo de sus ojos de humo y con una voz quebrada contestó.
- Esta es la pelota de mi hijo Martín, yo se la regalé en su cumpleaños número cuatro.
Me quedé asombrado, en sus manos tenía una pelota colorida a pesar de la oscuridad y sus  palabras mencionadas decían su hijo había estado ahí y ninguna maldición existía en aquel ático. Entre sus ojos llenos de tristes gotas y una melancolía de saber que todo ese tiempo ahí fue en vano me dijo:
- Era necesario que yo supiera esto, ya veo que mi Martín siempre fue un niño que no le temía a nada, ahora sé que no existe peligro aquí arriba. Ahora no hay nada que cuidar y ya podré descansar en paz.
Me dio las gracias por todo el trabajo que había hecho por él, se despidió con una sonrisa y desapareció, la pelota cayó en mis pies, la tomé y bajé a mi cuarto. Fue la última vez que lo vi. Así fue la historia del fantasma del ático.

1 comentario:

  1. ponla se ve interesante, aunq creo q tendria q recordar la parte uno, si soy io...

    ResponderEliminar