martes, 8 de abril de 2014

Náufrago

Ya tenía varios días perdido entre lagunas, eran tan grandes y profundas que se convirtieron en mar. Y ahí permaneció náufrago. Él siempre le decía a ella que se ahogaba en un vaso de agua, pero él era quien no tenía escapatoria, estaba entre la nada, sin nadie y un olaje lo llevaba cada vez más profundo.

Quería salir, en verdad quería salir pero no hallaba más que agua, sí eso buscaba, vida y se dejaba engañar por esos tragos salados de su alrededor. Era un círculo vicioso. Y cómo no se iba a sentir bien, si de trago en trago pensaba que podía acabar con todo.

 A veces lo elevaban las olas y parecía ver de pronto tierra firme, sentía poner los pies en la tierra, pero otras, cuando el viento traicionero soplaba, se alejaba y la soledad de nuevo lo cobijaba.

Entonces, entre la nada, entre sus lúcidos recuerdos, entre querer salir y hundirse más, escuchó una voz. No, no era quien pensaba, ella sólo se hubiera molestado por encontrarlo ahí tan devastado y mojado, ya no lo iba a querer. Ya no lo quería, estaba seguro de ello, porque no había ido en su auxilio, pero ahora encontraba otra voz, una que lo llamaba, ven repetían una y otra vez. Ven. Siguió el aroma de sus cabellos, eran blancos y azules, los inhalaba. Ven, escuchó de nuevo. Era el canto de una sirena.  La fue siguiendo porque a pesar de todo, no parecía ser tan mala como decían. La alcanzó y la miró detenidamente de arriba hacia abajo. Era bella y suave, sus ojos tenían un rojo carmesí que lo exaltaban, se sentía vivo, mientras se dejaba enrollar por la cola de su acompañante. Y descendían, descendían.

*          *          *


Luego de días, ella lo buscó con desesperación, habría sido tal vez una pelea inútil y quizás él aquella vez tenía razón. No lo quería perder, rogaba porque no se hubiera perdido, pero el destino y su buena cara la recompensaron. Unos paramédicos tocaron su puerta. De nuevo el náufrago regresaba, para permanecer por siempre en la cálida tierra. 

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